Rajoy, Cataluña y la reforma constitucional

Rajoy se ha referido de nuevo a la reforma constitucional en el debate sobre el estado de la nación. Muchos de los presentes „ha dicho, en alusión a los demás diputados„ hemos participado en las dos reformas constitucionales que se han realizado. Naturalmente, la referencia tenía como destinatarios a los catalanes, que se obstinan en mantener la vía imposible del referéndum soberanista, y a buena parte de la oposición, que postula un cambio del marco institucional para que Cataluña se sienta cómoda sin necesidad de desgajarse del Estado español.

La cita del presidente del Gobierno es sin embargo engañosa porque alguno poco avisado podría interpretar que Rajoy está dispuesto a negociar una reforma constitucional que mejore el encaje de Cataluña en la carta magna y obligue, por la vía de la seducción, al nacionalismo a desistir de su pulsión independentista. Después de todo, ésta es la vía que sugiere el PSOE, quizá no con la suficiente claridad todavía, y que debería materializarse a través de una subcomisión ad hoc en el Congreso de los Diputados, que el PP ya ha rechazado explícitamente. Como se sabe, Rubalcaba propone una reforma federalizante que deslinde mejor las competencias de los entes federados con respecto a la federación, mejore la financiación de aquéllos y convierta al Senado en verdadera cámara de representación territorial, con potestad legislativa plena en los asuntos transversales y territoriales que competan a las regiones.

No parece sin embargo que esta opción esté siendo considerada por Rajoy, quien más bien estaría insinuando a los nacionalistas catalanes que apuesten por la reforma constitucional por la vía de los artículos 166 y 87.2, que concede la iniciativa a las asambleas de las comunidades autónomas. Se trataría, en fin, de que la Generalitat solicitara por este medio el referéndum autodeterminista al que aspira, o propusiera para Cataluña un estatuto de estado libre asociado a imagen y semejanza del que ideó el lehendakari Ibarretxe.

No hay que ser un lince para entender que esta iniciativa sería suicida para quien se atreviera a emprenderla, ya que resultaría derrotada de modo inmisericorde y rápido por el Parlamento, como sucedió con el Plan Ibarretxe, que obligó al lehendakari a retirarse de la política. Pero en este caso, Mas tiene detrás a más gente de la que llevaba consigo Ibarretxe en su loca aventura, por lo que el fracaso no cerraría el asunto. Pero parece claro que la existencia de un precedente como el vasco disuade a los catalanes de intentar avanzar por este camino.

En definitiva, la situación está bloqueada porque las negociaciones que no incluyan la reforma constitucional parecen condenadas al fracaso „ya no basta con ofrece a Cataluña un pacto fiscal„ y porque Rajoy, en su negativa a la reforma constitucional, parece haber descartado una salida negociada entre Cataluña y el Estado, al margen del referéndum inviable: piensa que el caso se pudrirá y desactivará espontáneamente. Es un envite muy arriesgado porque si la previsión yerra „y no hay garantías de que acierte„ el caso puede desembocar en una situación de extrema tensión, que habría que evitar a toda costa. España no es los Balcanes pero las cuestiones identitarias son muy efervescentes.