El cartel electoral de Artur Mas para las elecciones del 25N es el alegato más ramplonamente populista que pudo concebir diseñador alguno. Sobre un fondo de señeras al viento que arropan una ´estelada´, Artur Mas en trance, con la mirada perdida en la lejanía, despliega los brazos como quien trata de abarcar la trascendencia, ante un rótulo en grandes caracteres que reza ´La voluntat d´un poble". Las redes sociales y la propia prensa catalana „La Vanguardia, sin ir más lejos„ han satirizado de inmediato el cartel, parangonándolo con otro de la película "Los diez mandamientos" en que se ve a un impresionante Charlton Heston caracterizado de Moisés también en trance y con los brazos desplegados guiando a su pueblo hacia la Tierra Prometida.

El grafismo electoral es un despropósito porque reduce a cenizas cualquier criterio de racionalidad política y trata de jugar con los sentimientos identitarios más primitivos. Pero Francesc de Carreras hace sobre todo hincapié en el lema: "la voluntad de un pueblo". La observación es sutil pero rotunda: no se apela a la voluntad "del" pueblo, que es la suma de voluntades individuales expresadas mediante el voto, sino a la voluntad de "un" pueblo, con el artículo indeterminado, que expresa una voluntad única y unívoca, que "no es la suma de las opiniones individuales sino que está determinada por una historia pasada, o un destino futuro, o un metafísico ser indemne al paso del tiempo aunque cierto desde los orígenes". Más adelante, se pregunta Carreras: "¿Quién interpreta la voluntad de un pueblo? El líder. Aquel que encarna esta voluntad".

Los servicios públicos de Cataluña se han deteriorado gravemente con la crisis y el problema crece sin cesar, como en el resto del Estado, y todos debemos permanecer vigilantes ante esta situación que amenaza con laminar el estado de bienestar que tan trabajosamente construimos y del que nos sentíamos satisfechos y orgullosos. Pero ¿qué importancia tiene este contratiempo material ante la posibilidad de que ese pueblo predestinado consiga el gran objetivo mágico marcado por el Destino desde el principio de los tiempos? Menos mal que el gran líder ha bajado del Olimpo en el momento oportuno para rescatar a los maltratados ciudadanos de las garras de España y elevarlos a ese plano superior en que ni el hambre ni la enfermedad poseen el significado pedestre que tanto preocupa a las personas que no tienen la suerte de ser nacionalistas€

El mensaje secesionista no tiene la menor consistencia intelectual, ni siquiera aporta datos contrastados que avalen la arcadia feliz que Mas promete. Se limita a señalar una ´tierra prometida´, la de la independencia, que está trágicamente vacía de contenido porque ni incluye más bienestar, ni facilitará la autorrealización personal de los ciudadanos, ni siquiera más libertad, ya que, sin necesidad de hacer flash-backs históricos, el nacionalismo supedita siempre, ya se sabe, la libertad individual a ese concepto vaporoso de ´pueblo´ que suele encerrar alguna perversión autoritaria. Es difícil de creer que la sociedad catalana muerda ese señuelo. Pero allá ella: bajo la Constitución de 1978, ella sí que es completamente dueña de su destino.