Se cree que democracia y libertad son dos conceptos equivalentes. Pero probablemente es falso: un gobierno democrático no es garantía de libertad. Cuando Churchill afirmó aquello de que "la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, exceptuando todos los demás" quizás estaba pensando en la poca libertad presente en la dictadura, realmente democrática, del comunismo soviético.

Hoy, tenemos ejemplos más cercanos. Los países que ahora intentan salir de tiranías y dictaduras para formar gobiernos democráticos son un buen ejemplo. Países en los que, probablemente, la libertad quedará menoscabada por la tiranía de la religión. De forma muy democrática, votarán y elegirán gobiernos. Pero nadie espera que estos gobiernos permitan un aumento en la libertad individual. Por muy democráticos que sean, siempre descubren procedimientos para reducir la libertad de los ciudadanos. Imaginen que clase de libertad tiene o tendrá un cristiano en las actuales o futuras democracias árabes.

Quizás nos consolamos creyendo que nuestra situación es diferente. Queda muy lejos aquel país en el que para ejercer por ejemplo, de maestro, era necesario presentar, a la autoridad competente, un certificado de buena conducta emitido por un párroco. Para mi alivio, cuando necesité uno, aquel párroco €que no me conocía de nada€ simplemente copió literalmente un modelo en el que, entre otras cosas, afirmaba que yo oía misa los domingos y frecuentaba los sacramentos. Pero aún hoy cabe preguntarnos si aquellos tiempos realmente han pasado. Si nuestra libertad es mejor que la que teníamos durante aquella odiosa dictadura. O de las nacientes teocracias árabes.

Primero, toda nuestra intervención en la democracia consiste en votar una vez al año a una lista cerrada. Tras una campaña en la que unas personas, cuyos méritos muchas veces son más que discutibles (aparte tener mucho dinero, cosa que ocultan con cuidado) nos hacen promesas cuyo cumplimiento no les preocupa y que, una vez en el poder, olvidarán o cambiarán para hacer todo lo contrario. Investidos por el poder de "sus" votos, pueden desoír, no sólo lo que claman otros de su clase €cuyo prestigio no es mucho mayor€ sino que desoyen el clamor de los ciudadanos que, por ley, después de votar, deben permanecer mudos durante otros cuatro años.

La excusa de los votos los legitima para ejercitar, sin ningún escrúpulo, sus conveniencias. Sin consultar lingüistas reconocidos pueden reducir la protección a una lengua minoritaria y amenazada. Pueden legislar en contra de la libertad de manifestación e imponen penas a quienes, pacíficamente, protestan contra políticas arbitrarias. Sin escuchar a padres ni maestros, pueden reducir personal y medios en la enseñanza pública. Eso sí; sin cambiar €incluso aumentando€ las dotaciones para la privada. Sin escuchar ni a médicos ni a enfermos, pueden obligar al pago de tarjetas sanitarias y al copago de medicinas. Reducen el personal sanitario y excluyen de la sanidad pública a seres humanos cuyo delito es no tener papeles. Ceden hospitales a la iniciativa privada, cuya única motivación, bien reconocida, es el lucro.

Empiezan con un postulado nunca demostrado: "la empresa privada es más eficiente que la pública".

Mentira. En la empresa privada, la incapacidad y el trabajo mal hecho abunda tanto como en la pública. La corrupción, el cohecho y el fraude son delitos alentados por ladrones privados. El desprecio al territorio, a la naturaleza y la cultura son actividades profundamente enraizadas en el ámbito privado. Esta es la eficiencia privada.

Pero aunque fuera cierto, olvidan que lo público no debe ser eficiente. El transporte público tiene que tener pérdidas y la enseñanza o la sanidad públicas tienen que ser deficitarias. El gobierno que intenta obtener beneficios de las empresas públicas no juega a favor del pueblo; hace lo contrario de lo que debe. Un gobierno que intenta cuadrar las cuentas haciendo pagar un aparcamiento €fuera del cual no hay opción real€ a enfermos y familiares, a médicos y personal sanitario, a científicos y trabajadores €en contra de todos€ no es un gobierno democrático. Porque el "demos" es el pueblo. Un gobierno así ni siquiera es el monarca absoluto del "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Para los tiranos de hoy, el lema es "todo para el negocio y, sobre todo, sin el pueblo".

La otra excusa es el "no queda más remedio". Quizás sea necesario reducir gastos (hay economistas de prestigio y países que les va mejor pensando y haciendo lo contrario). Pero hay muchas formas de economizar y las elegidas por nuestros "democráticos" gobernantes, sin escuchar a ninguno de los que saben algo de los muchos problemas del momento, no son las únicas posibles. Ni mucho menos.

Nuestra única y solitaria libertad es la de votar cada cuatro años. Sólo tenemos democracia para elegir nuestro próximo tirano. Así estamos. Tiranía (RAE): Abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad.