Pude ver la magnífica retransmisión de la misa celebrada por el Papa Benedicto en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, –templo que conozco por haber seguido su contrucción durante años– y poco a poco me fui sumiendo en una profunda emoción estética no solo por la extraordinaria belleza del templo de Gaudí sino también por la hermosa liturgia católica. Llegué a la conclusión de que solo la belleza puede salvar este mundo, como dijo Dostoievsky. Valores, principios, política... están desvalorizados, la economía en una situación muy complicada,... ahora empezamos a ver la entrada del túnel (Sic)... por lo tanto refugiémonos en el arte ¡Qué maravilla el templo de Antoni Gaudí!, se dice que quieren declararle santo, vale..., en cualquier caso lo que sí está claro es que fue un genio.

La Sagrada Familia es el monumento cumbre del modernismo, deslumbra por su belleza y grandiosidad, su riqueza de formas labradas y elementos decorativos rompe con todos los cánones, parece excesivo pero no lo es. La belleza es redentora, es la expresión visible del bien, la creación artística es transcendente. Platón decía que la potencia del bien se refugia en lo bello. La fachada de la Natividad podría dar la impresión de que todo en ella es desbordante, sin embargo se trata de una interpretación artística perfecta de los misterios del cristianismo, es un catecismo lítico. El Templo, de cruz latina, que se inició en 1883, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y parece ser que no estará terminado hasta dentro de 20 años. Resulta sorprendente... o no, que hoy se siga edificando un gran templo, cuando lo que se construyen son urbanizaciones, mamotretos en sitios inoportunos, o grandes centros comerciales. La responsabilidad de la ejecución del proyecto es de una asociación privada, los recursos económicos para las obras son, básicamente, aportaciones de particulares y visitantes y todo esto así planteado funciona y es garantía de continuidad, por todo ello acabará siendo una catedral gloriosa. Se debe de reconocer, sea cual sea su actitud ante el misterio de la fe, que las religiones han hecho una aportación eminente a la arquitectura y al arte en general, desde las asiáticas, hinduísmo, budismo, las paganas de Grecia y Roma, a las monoteístas: islamismo y cristianismo. Los impresionantes templos y monasterios, las esculturas y pinturas religiosas nunca se habrían realizado si no hubiesen sido inspiradas por la religión. La fe se transforma en arte.

El modernismo como movimiento arquitectónico y artístico surge en 1892 en Francia y Bélgica y se extiende a otros países europeos. Austria, Polonia, Hungría y España por Cataluña y Mallorca. Es el Art Noveau que basándose en la aportación de la naturaleza inspira el diseño de edificios, jardines, mobiliario, artes gráficas, joyería y cualquier objeto, incluso los más cotidianos. Hoy todavía se pueden admirar grandiosas construcciones, algunas farolas en las bocas del metro de París, impresionantes edificios como el Hotel Tassel de Bruselas o la estación Subte de Viena y sin ir tan lejos en Palma tenemos unos magníficos edificios con unas fachadas preciosamente labradas y decorados, en la calle de Colom, en la Av. Argentina, –Hostal Cuba–, en la Calle del Sindicato –Edificio Triquet– y un largo etcétera y finalmente, seguramente como obra más destacada el Gran Hotel, –año 1903–, en la Plaza Weyler, obra de Domenech i Montaner, seguidor de Gaudí, quien también hizo el Palau de la Música de Barcelona.