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En el bar inglés

Una vez más, y porque nada es lo que parece, la percepción nos ha engañado. Resulta que el alcohol, según la revista Lancet, es la más perniciosa de todas las drogas, incluidas la heroína y el crack, que ocupan el segundo y el tercer puesto. Salgo a la calle y observo que hay más dispensarios de alcohol que farmacias. Un bar, otro bar, una cafetería, otra cafetería, un pub, otro pub, y así de forma sucesiva. Puedo elegir dónde tomar mi gin tonic de media tarde sin problemas. Y puedo contarlo sin ser acusado de apología del consumo. Mi gin tonic, quizá porque es legal, no hace daño a nadie, ni siquiera a mí mismo. Tal vez a largo plazo…, pero a largo plazo hace daño todo, incluido el jamón. Lo que más daño hace a largo plazo es nacer, y no por eso se prohíbe, al menos entre nosotros, porque en China continúa perseguido, creo que por razones demográficas.

Pienso en todo esto mientras me tomo el gin tonic de media tarde. Hoy he elegido un bar inglés con mucha madera, asientos tapizados en rojo, y una diana con dardos que nadie utiliza. Me he sentado a la barra y me han puesto unas almendras fritas. Me viene a la memoria aquel chiste genial:

–Póngame un vermut, pero si aceitunas, por favor.

–Tendrá que ser sin almendras porque aceitunas no nos quedan.

Sonrío para mis adentros y un poco para mis afueras también, pues me doy cuenta de que el camarero me observa con curiosidad. Doy el primer sorbo a esta droga que hace más daño que la heroína y el crack. Dado que el gin tonic de media tarde no sólo no ha destruido mi vida, sino que le proporciona un aliciente saludable, me pregunto si debo entregarme también a la heroína y al crack, por este orden, y vuelvo, sin poder evitarlo, a sonreír para mis adentros y mis afueras. Luego me pregunto qué haría yo si prohibieran el gin tonic. Beber un gin tonic en la clandestinidad no es fácil, ni saludable, tampoco placentero. Quizá me diera a los jarabes para la tos, que de momento los venden sin receta. El caso es que no hay quien aguante esta realidad a palo seco. Quiere decirse que la droga más dañina es la realidad, pero a ver quién le mete mano.

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