El discurso del rey, conocido como el Mensaje de Nochebuena, del autor de "Vuelvo al taller" y "Todos somos iguales ante la ley", no lo ve ni el suegro de Urdangarin. Nadie lo ve, nadie lo escucha. No es raro que este programa pierda seguidores cada año. No forma parte del género de la realidad, sino de la ficción.

Muy mal. Fatal. Alguien tenía que decirlo, y lo va a hacer un servidor. El discurso del rey, conocido como el Mensaje de Nochebuena, del autor de "Vuelvo al taller" y "Todos somos iguales ante la ley", no lo ve ni el suegro de Iñaki Urdangarin, más pendiente de los gestos de la parienta, que detrás de las cámaras, justo enfrente de su calzonazos real, le conmina a ir terminando rápido sin entender que sea a esa hora, y ese día, cuando ejerza de Jefe de Estado, a las nueve de la noche de la noche más buena del año, justo cuando la sopa se enfría antes y cuando los chiquillos están dando por culo desde el atardecer por si, por mucho que se les diga que aquí también llegó la crisis, Papá Noel se estira un poco y vuelve a caer algo. Doña Sofía de Grecia será una profesional todo terreno, pero que no le toquen sus espárragos a la plancha, que si se pasan se quedan como el choricillo de un sacristán, y por ahí no pasa. Se lo tiene dicho, y cada año, igual. Es una mala hora, y un mal día, para discursos. Da igual que sea el rey que el espíritu santo, y de hecho, el empleado de la paloma celestial en la tierra no da discurso sino que bendice a los reunidos y se pierde tras los cristales del balcón a comerse la pularda que le han enviado las monjitas clarisas del convento gallego de Allariz. La noche del 24 de diciembre no es noche de discursos, ni reales ni plebeyos. A ver, que está el rey en la tele, dice alguien sentado a la mesa. Pero si la tele no tiene voz, dice otro comensal. Cuidado, que siempre pasáis las gambas y luego se quedan secas, que hacer las gambas es vuelta y vuelta, se oye a alguien en la cocina. Y en el rey, a lo suyo, que si buenas noches, que si juntos podemos. Nadie lo mira, nadie lo escucha. No es raro que este programa pierda seguidores cada año. Es un programa que pretende formar parte del género de la realidad pero pertenece a la ficción. Y eso a la gente la pone muy nerviosa porque el rey dice una cosa y el personal espera otra. .

Tocomocho político

La única justificación de la emisión real en Nochebuena, aparte el publirreportaje monárquico, es que así las cadenas aseguran la apertura de sus informativos al día siguiente rellenando un rato largo con un picoteo de titulares ramplones, manidos, y tópicos -lo de la socialista Elena Valenciano yendo al tajo el día 25 para escudriñar el mensaje y, analizado, concluir que fue un discurso realista y comprometido, o lo de Carlos Floriano, mi flamenco favorito en el PP, con su tupé alborotado y las ojeras de la noche antes sin maquillar, trabajando a la fuerza, asegurando que reflejó el espíritu de la transición, es como para coger el matasuegras y llamarles payasos a la cara, grandes impostores y colegas de alianza, hoy tú, mañana, yo, para seguir el tocomocho político-. Dicen los datos que La 1 ganó en audiencia. Puro humo. No sería por lo del rey. La tele está encendida, pero no se ve. Dicen también que el estreno de Se hace saber arrasó. Ni un programa ni otro lo vi el día de emisión, como medio país. Lo vi al día siguiente, y lo del rey, ni eso. Pillé resúmenes de aquí, y gilipolleces de allí, y me hice mi discurso. Nada de lo que dijo me conmovió. Todo sonó a hueco, fingido, estrafalario, irreal, muy lejano. El rey está allí, nosotros, aquí. En cuanto a Se hace saber, con Goyo Jiménez como rey del mambo, me dejó tiritando. Porque esa es otra, se anunció como una radiografía de la España de hoy en tono de humor, es decir, Se hace saber pretende hacer reír. Pero yo no me reí. Con Goyo están Leo Harlem -ay, que no me apaño con él-, Agustín Jiménez, o Berta Collado, que protagonizan los distintos gags, como el del pelotazo de Eurovegas madrileño, pero el resultado es entre patético y sobado, como el discurso del rey.

Buenos días, señor negrito

Los discursos están devaluados. Desde que Rajoy los da como el que da boletos para la rifa del conejo, la cosa no tiene prestigio. Este año, el tema discurso ha caído un poco más. Jorge Javier Vázquez, con parafernalia decorativa al estilo de un gobernante cachondo, con banderita española detrás y fotos de su familia -los Kikos, Mila, Lidia, Belén- dio el suyo en Sálvame, así que a la mierda el discurso como género. Luego hay otros discursos que no se entienden como tales y se relegan a la esquina de algunos informativos o saltan al canal Youtube hasta convertirse en un ciclón, que cada cual coloca donde corresponda, según sus valores. Es el caso de unas imágenes que te dejan, estas sí, con ganar de coger no el matasuegras sino algo más contundente. En la escena se ve a un policía local de Santa Eulalia, Eivissa. Habla por teléfono,con el vendedor ambulante al que le han requisado la mercancía al que trata de tranquilizar diciéndole que no se preocupe, que mañana podrá recogerla -en el plano, que alguien graba con un teléfono, se ve una caja con gafas y otras baratijas-. No se preocupe, dice de nuevo, buenos días, señor negrito. Cuelga. Y se descojona riendo a carcajadas al tiempo que da una patada a la caja destrozándola con su contenido. Todos ríen. Aquí tienen el enlace-http://www.youtube.com/watch?v=In36ODLVfpw-. ¿Buenos días, señor negrito? Ni el que grabó, ni el protagonista, ni el que miraba la escena, recriminan ese comportamiento tan brutal y racista. Alberto Caballero, guionista de Aquí no hay quien viva y de La que se avecina -Telecinco y Factoría de Ficción, ambas de Mediaset- lo tiene claro. Sois unos hijos de la gran puta. No se refiere a los policías. Su discurso lo lanza al Gobierno por haber multado a Mediaset por emitir La que se avecina en horas de protección infantil. ¿Qué multa habría que poneros a vosotros? -tampoco se refiere a los policías sino al Gobierno-, pero hay discursos que, desde las vísceras razonadas, valen para una cosa y la otra. Y otros, que sólo valen para el informativo del día siguiente. O para que Cañita Brava lo parodie. Cuando al rey se le pierde el respeto porque ya no es respetable, el declive es imparable. Y crecen los hijos de puta.

La guinda

Buen pulso

Pues sí, MasterChef Junior es un programa estupendo. Es decir, entretenido, y hay que destacar que se hace con niños entre 8 y 12 años. Lo de los niños en la tele siempre me pone la oreja de punta, receloso. Pero reconozco que el jurado, Pepe Hernández, Jordi Cruz y Samanta Vallejo, los tratan sin ñoñerías. Las criaturas hacen el resto ante los fogones. Ay, qué penita cuando los expulsan, como pasó con la malagueña Noa.