En la barra de la terraza del hotel Victoria el comisario Enrique Mayol, el alter ego de su creador Jacobo Girona, acaba de pedir al barman un Negroni, su cóctel favorito. Mientras espera que le sirvan, da un vistazo a la bahía. Las luces de la Catedral tintinean a lo lejos, sobre un mar opaco. En ese momento piensa en su azarosa última semana, en el ‘Caso del hombre de ojos de pescado’… El barman le sirve el Negroni y Mayol, antes de dar el primer sorbo, mueve con sus dedos la piel de naranja…

El Negroni cumplió en 2019 cien años. Una larga vida para un cóctel excepcional. Nació por casualidad, como casi todo en esta vida. El conde Negroni de vuelta de un viaje a Londres le pidió al barman Fosco Scarselli que sustituyera de su cóctel americano habitual, la soda por gin, la bebida de la que se había enamorado y así nació uno de los cócteles con más glamour de la historia.

La fórmula es sencilla, en un vaso bajo con hielo tallado o en cubitos (nunca pilé), se sirve 1/3 de gin, 1/3 de vermut rojo, 1/3 de campari (todas ya frías) y media rodaja o una espiral de piel de naranja

Me contaba el otro día Jacobo Girona, lo difícil que le resultaba encontrar barmans que sirvieran a sus personajes cócteles como lo hacían antaño. Se quejaba de que estas últimas décadas la copa larga era lo que estaba de moda. Aunque es cierto, puntualizó, que esto últimos años las cosas están cambiando y el público busca cada vez más tomar un buen cóctel y ‘mis personajes pueden degustar un Negroni sin problemas’.