Un niño se pierde en la Platja de Palma. Los padres avisan a la policía y, al cabo de un instante, aparece un wasap en todos los smartphones de quienes están en los cinco kilómetros de costa de la zona turística. El mensaje da una descripción del pequeño e indica dónde fue visto por última vez. Una persona reconoce al niño y sabe dónde está, por lo que de inmediato responde el wasap. Final feliz de la historia. “Un servicio de alerta como este es posible y evitaría tener que movilizar a toda la policía para buscar al desaparecido. De este modo se optimizan los medios disponibles. Se usa la tecnología para dar una mayor calidad al ciudadano y al turista”, tal como explica el coordinador de la Smart Office del Ayuntamiento, Joaquín Inarejos.

Esta semana se presentó la red wifi gratuita de la Platja de Palma, con la que se pretende sentar las bases para convertir la zona en un Smart Destination, es decir, un destino inteligente. “Si no nos diferenciamos en algo, estamos muertos”, advierte. Su compañero en la Smart Office, Tomeu Crespí, especializado en turismo, añade que “si no tienes una infraestructura tecnológica potente, nunca podrás ser un destino de este tipo. El wifi es el primer ladrillo, porque es lo que permitirá ofrecer una serie de servicios añadidos, tanto públicos como privados”. La concesionaria Mallorcawifi.com “fue la única que se presentó al concurso para instalar la infraestructura, ya que las grandes empresas tienen un modelo de negocio antiguo, es decir, cobrar por un trabajo, y la concesionaria lo ha hecho con coste cero para el Ayuntamiento”, destaca Inarejos.

¿Qué recibe a cambio? “Se les cede el uso del espacio, es decir, acceder a cinco kilómetros de costa por la que cada año pasan millones de personas con sus smartphones. En un futuro muy próximo, lo que dará dinero es el llamado bigdata -una ingente cantidad de datos- sobre el uso de la infraestructura instalada en la Platja de Palma: dónde se encuentran los usuarios, cuándo y cómo se conectan a la red, qué aplicaciones se bajan, cuántos había en una zona determinada un día y a unas horas concretas, etc.”, tal como enumera Tomeu Crespí, además del acceso a todos estos dispositivos móviles.

Joaquín Inarejos pone un ejemplo: “Eres un bar y tienes una partida de 10.000 ostras que se van a estropear dentro de un día. La única manera de no perder el dinero es hacer una campaña de publicidad directa y rápida, por lo que no contratas ni tiqueteros ni una página web de ofertas, sino a Mallorcawifi para que llegue a todos los turistas que están en la Platja de Palma, cerca de tu bar, y les informe de que tus ostras cuestan un euro”. Por ahora, la concesionaria ya cuenta con el patrocinio directo de la compañía hotelera Pabisa, que a través de las redes wifi gratis disponibles publicita sus negocios.

La Smart Office -“el cerebro de la ciudad”, tal como compara el coordinador- fue creada hace poco más de un año y entre sus objetivos estratégicos destaca “que toda la ciudad disponga en un corto plazo de tiempo de los ladrillos tecnológicos necesarios para ser un destino inteligente, es decir, wifi gratuito de alta calidad y fácil conexión”.

De la playa a la urbe

Una ciudad inteligente (Smart City) es mucho más que eso y la capital balear todavía está muy lejos de lograrlo. Para Inarejos, “es aplicar el sentido común a las actuaciones aprovechando las nuevas tecnologías disponibles al alcance de todos con el fin de hacer las cosas de forma sencilla y ahorrando costes”. Palma tiene ejemplos de actuaciones que se podrían denominar smart, como “la creación de una aplicación móvil para la EMT que permite saber a qué hora exacta pasará el autobús por una parada. Puedes hacer la consulta en cualquier momento sin que Cort tenga que pagar un servicio de atención al cliente”, según indica. También hay otras aplicaciones, así como “la incipiente administración sin papeles, desde la que se pueden realizar algunas gestiones”.

Sin embargo, “hasta que la oficina fue creada, no había una visión global, una estrategia de ciudad, sino solo actuaciones puntuales en diferentes áreas”, en palabras de Tomeu Crespí. “La coordinación es esencial -añade Inarejos- para que los recursos disponibles puedan ser aprovechados aplicando sentido común y utilizando las nuevas tecnologías”. Pone otro ejemplo: “Un ciudadano avisa a través de la app de Emaya de que se ha roto una cañería y hay un socavón en una calle. El ‘cerebro de la ciudad’ tiene registrado que la empresa de asfaltado debe trabajar en esa misma calle dentro de tres días. ¿Por qué no coordinarlo todo para aprovechar estos recursos?”, se pregunta.

En Barcelona, el riego de los parques y jardines se detiene de forma automática cuando llueve gracias a la tecnología y en la ciudad francesa de Toulouse hay una acera que genera electricidad cuando los peatones caminan sobre ella. A Palma aún le queda mucho para ser inteligente, pero ha empezado el camino.