EN CONTRA

Antonia Cladera Mir: «‘¿Muñón o Burgos?,’ y allí me reimplantaron el pulgar»

Antonia Cladera Mir (Sa Pobla, 1946) es una profesora de corte y confección que vive con su marido Francisco Gayá en Son Ferriol. Estaba podando un olivo cuando se amputó un pulgar en Palma. Fue trasladada a Burgos en una operación sanitaria desarrollada a la perfección, y ha recuperado su dedo

Antonia Cladera Mir

Antonia Cladera Mir / Guillem Bosch

Matías Vallés

Matías Vallés

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Qué hacía usted el 28 de enero de este año?»

A las once y media de la mañana estaba podando un olivo. Me había subido al árbol, me aguantaba con una mano, mientras tenía unas tijeras automáticas en la otra.

Y entonces,...

Bajé, las tijeras estaban atascadas, no sé qué hice. De repente, me había amputado el pulgar izquierdo limpiamente, lo cual sería fundamental. El dedo se había quedado dentro de este guante (muestra la prenda desgarrada).

¿Cuál fue su primera reacción?

Me lavé la mano con jabón, no sé por qué. En cuanto veo sangre, arranco a correr, no soporto ni un rasguño. Le dije a mi marido que fuera a por el dedo, me preguntó dónde estaba, le dije que en el guante, fue a buscarlo.

¿Qué hicieron con el dedo amputado?

Envolvimos el dedo en una bolsa de plástico con hielo. Después supimos que fue decisivo no mojarlo, porque entonces hubiera quedado inservible para un reimplante.

Vivir cerca de Son Llàtzer ayuda.

Nada más llegar al hospital con lo que quedaba del pulgar taponado, la recepcionista se dio cuenta de la gravedad y salió volando de su puesto. Me atendieron médicos y enfermeras, me examinaron y surgió la pregunta, curar el dedo o reimplantarlo. «¿Muñón o Burgos?», porque allí se encuentra el hospital de referencia para estas operaciones.

¿Qué respondió a ese dilema?

Que tenía que consultarlo con mi marido. Dijimos que sí. A las doce de la mañana, en menos de media hora, el doctor Marcos Sánchez ya había hecho las gestiones con Burgos.

¿Estaban ustedes nerviosos?

En el hospital se sorprendieron de nuestra calma y sangre fría, sin histeria ni prisas. Qué teníamos que hacer, ¿ponernos a gritar?

¿Cómo fue el traslado?

Llamaron a una ambulancia, que nos llevó a la terminal de aviones privados de Son Sant Joan, donde ya nos esperaba un avión medicalizado con dos pilotos y dos enfermeras. Antes de partir le recordaron al encargado del traslado, «¿te llevas el dedo?»

¿Sentía usted dolor?

En ningún momento, ni antes ni después de la operación. El vuelo directo a Burgos duró hora y media. Viajaba en camilla, me tomaban continuamente la tensión y me vendaron.

Así redescubre Burgos en circunstancias extrañas.

Había visitado la ciudad años atrás. Estaba tranquila, porque pregunté: «¿Habéis bajado el dedo del avión?» Quise saber la distancia al hospital, me dijeron que llegábamos en cinco minutos.

Le iba a operar Carlos Gómez Lanz.

Sí, yo había viajado sola, y en cuanto llegué, el médico telefoneó a mi marido para decirle que «su señora ha llegado». Le explicó que el quirófano estaba preparado, que la operación de reimplante duraría entre tres y ocho horas, y le preguntó si quería que le telefoneara cuando hubiera acabado. La llamada fue a las dos de la madrugada.

La operación fue un éxito.

El cirujano me explicó que había podido reconectar las tres arterias, que yo tenía a mi favor el corte limpio y la edad en contra. Estuve seis días en Burgos, con el dedo reimplantado.

De vuelta a la isla.

Volví en un vuelo regular Burgos/Madrid/Palma. No me lo podía creer, todavía no me lo creo. Continúo las revisiones y la rehabilitación con el doctor Marcos Sánchez. Todo lo que ha ocurrido es gracias a los médicos y al personal sanitario.

¿Cómo está el dedo?

Los nervios no pueden reconectarse, y el tacto lo recobraré quizás en un año. Todavía no puedo utilizarlo.

Hubo un tiempo en que el reimplante de un dedo podía llevarse a cabo en Mallorca.

Los médicos nos dijeron que en Mallorca había un equipo que podía realizar esta intervención, que incluso reimplantaron un brazo, pero que lo suprimieron.

¿Qué tal va la rehabilitación?

Va estupenda, en Son Llàtzer. Me piden fotos del pulgar, todo el mundo quiere verlo. Un enfermero me recordó que «yo le preparé el dedo para enviarlo a Burgos», y nunca hubiera imaginado que se podían hacer tantas cosas con una sola mano.

¿Ha sido un milagro?

Sí, he tenido mucha suerte. No creemos en los milagros, pero alguien me ha protegido. Ahora puedo llevar una vida normal con ayuda de Francisco. Seguiré practicando la jardinería, aunque espero no coger nunca más unas tijeras automáticas, son peligrosas. Y sigo apartando la mirada cuando veo una herida.

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