Entrevista | Entrevista

Ulrich Brand: «La industria del turismo nos quiere como turistas y no como viajeros»

«Necesitamos otro modelo de bienestar más allá del modo de producción y vida imperial, como por ejemplo, creando infraestructuras socio-ecológicas»

Ulrich Brand, Politólogo y profesor en la universidad de Viena.

Ulrich Brand, Politólogo y profesor en la universidad de Viena. / Archivo U. B.

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Modo de vida imperial. ¡Ya quisiera Julio César haber vivido como nosotros!

Creo que sí. El nivel de bienestar para mucha gente en el Norte global hoy en día es impresionante, un verdadero sueño para Julio Césa Sin embargo, este bienestar es posible gracias al acceso del Norte global a recursos y mano de obra baratos en otros lugares, tanto en el Sur como en el Norte. Pensamos en la producción y consumo de coches, móviles, algunos alimentos, vestidos, materias primas y fuentes energéticas.

La vida cotidiana en el siglo XX ¿crisis permanente?

No, al revés. En la época posguerra el modo de vida imperial creó prosperidad material, cierta estabilidad, pero también una infraestructura pública que funciona y servicios de interés general. Pero para otros, significa una destrucción progresiva de sus medios de vida y una consolidación de las relaciones de dependencia.

Dilema Norte-Sur ¿Habrá un final para ese desajuste?

Las mayorías en el Sur quieren también vivir el modo de vida imperial. Depende mucho del ingreso. Pero pienso que hay tendencias y que el Sur quiere otras reglas internacionales que no posibiliten la explotación de sus recursos naturales y mano de obra. Al mismo tiempo, las élites del Sur viven bien de la explotación de sus países. Para volver a la pregunta: El Norte global tiene que ser el modelo de una transformación profunda, solidaria y ecológica.

Suele citar a Gramsci ¿Las respuestas están en la izquierda?

Sí y hay muchas respuestas posibles. Necesitamos otro modelo de bienestar más allá del modo de producción y vida imperial. Por ejemplo, creando infraestructuras socio-ecológicas para una vida digna que no dependa del ingreso: Transporte público y reducir drásticamente la dependencia del automóvil, sistemas sanitarios de alta calidad y como servicio público.

En su libro apunta las relaciones del ser humano con la naturaleza. ¿Otra manera de interactuar es posible?

Como dijo Marx, la sociedad tiene que organizar su metabolismo con la naturaleza, para comer, vestirse, moverse etc. Bajo condiciones capitalistas, este metabolismo está organizado para producir ganancias, la naturaleza está reducida a un ‘recurso’ a explotar, un input barato para la producción de mercancías. Otro metabolismo significa producir valores de uso, productos de larga duración, satisfacer las necesidades sociales con menos recursos, agricultura ecológica y no industrializada, un sistema de transporte que se base en transporte público, bicicletas y caminar, turismo lento y sostenible, no de masas ni industrializado.

Utiliza la expresión «constelación global de poder y dominación». ¿A qué se refiere?

Por un lado me refiero al poder del capital y de los estados fuertes que tienen los recursos para servir a sus intereses. Dominación, o como decía Gramsci: hegemonía, palabra que apunta más a los aspectos del consenso de los subalternos, explotados. Argumento que el modo de vida imperial es una experiencia o, como mínimo, una promesa, pero de cada vez más, hay gente mucho más rica mientras que en otros lugares del mundo otros se han empobrecido. Un desafío para la izquierda es formular y promover iniciativas más allá del crecimiento económica para facilitar políticas de distribución y medioambientales para reparar y, tal vez, apoyar la energía renovable, pero sin cuestionar las estructuras económicas del modo de vida.

¿Y dónde metemos la política internacional, una materia de la que usted es profesor en Viena?

¡Está presente en todos lados! La política internacional asegura el modo de vida imperial y la explotación de otras sociedades mediante políticas del comercio libre, mediante la promoción de las empresas de la Unión Europea en otros países, mediante el mantenimiento de los gobiernos autoritarios en los países que exportan el petróleo al Norte.

Actualmente, hablamos de la «de-globalización» para capturar los procesos, del reshoring o devolución de la producción a los propios países, que sería como una anti localización. Hablamos de una «nueva guerra fría» si pensamos en las nuevas geopolíticas, en la confrontación entre los Estados Unidos y China. Una dinámica en la que detrás está el mantenimiento del modo de vida imperial.

Un último ejemplo: La política internacional implica políticas nacionales e internacionales en contra del cambio climático pero para promover un capitalismo verde y una descarbonización en algunos países pero al precio de una nueva ronda de explotación de países en el Sur.

La globalización ¿es defendible?

La globalización en sí no existe. La globalización capitalista –en su forma neoliberal y, tal vez hoy en día más keynesiana– sirve sobre todo a los intereses del capital y de los estados fuertes. Desde hace veinticinco años el movimiento alter-globalización lucha en favor de otra globalización que está a favor de la gente, protegiendo la naturaleza y promoviendo formas de solidaridad internacional. La forma más fuerte hoy en día de solidaridad internacional es acabar con el modo de vida imperial en nuestros países, en Europa, en el mundo.

Experto en turismo. ¿Somos más turistas o viajeros?

Buena pregunta. La industria del turismo que ofrece una mercancía y promesas nos quiere como turistas, no como viajeros. Consumidores de paquetes, no sólo del turismo de masas sino también del turismo de lujo. Hay poco interés en los lugares, en sus historias, en la gente del lugar que se visita. Los habitantes del lugar son mano de obra barata que sufre la subida de las rentas, de los precios. Viajar es otra cosa, es sentir curiosidad e interés.

En Viena ya hay más hogares sin coche que con él. No parece que aquí vayamos hacia ese modelo. ¿Es ese el camino a seguir?

Si y no. En Viena mismo decrece la cantidad de coches por habitante que me parece bien -el sistema de transporte público es excelente y no caro. Al mismo tiempo, el tamaño promedio de coches crece. En Austria el 46 por ciento de las matrículas de coches en los primero seis meses de este año ha sido de coches deportivos o incluso más grandes. Además, el problema de Viena como en muchas otras ciudades es el transporte desde el campo a la cuidad. Hay que repensar y rehacer las relaciones urbano-rurales.

La crisis ecológica ¿es la madre de todas las crisis?

No, la madre de todas las crisis es el capitalismo patriarcal, racista e imperial. Pero una expresión de su crisis es la crisis ecológica; otras expresiones son la polarización social, la inseguridad, las relaciones racistas y patriarcales que están relacionadas con la división social de trabajo y de la explotación. La crisis ecológica es cada vez menos manejable: inundaciones, sequías, catástrofes… cosas que requieren muchos recursos para reparar los daños. Tenemos que aprender urgentemente lo que significa ‘adaptación’ solidaria al cambio climático.

¿Qué significa para usted ser solidario?

Una dimensión de la solidaridad es la interpersonal, sentirse solidario con una persona, un grupo, tal vez apoyarlos. Otro aspecto es la solidaridad de la sociedad, por ejemplo, un Estado del bienestar que obliga a sus miembros a través de reglas, compromisos sociales, impuestos. Y una tercera dimensión es no tener que explotar a otros y a la naturaleza: vivir bajo condiciones donde no necesitemos -ni queramos- tener un coche, comer carne industrializada, tener un móvil que está construido en condiciones pésimas o comprar productos que la moda obliga a cambiar cada temporada, la fast fassion.

¿Cuál es el poder de la sociedad frente a una clase política contaminada?

El poder de ‘la sociedad’ no existe. Existe un poder del capital a pesar de sus fracturas y su competencia. Existen partes de ‘la’ sociedad en Europa que son muy racistas, anti-ecológicas, patriarcales. Hay fuerzas de la extrema derecha que tienen un discurso anti-establishment, pero que, en el momento que llegan a posiciones de poder, se convierten rápidamente en parte del establishment. Sin embargo, en la historia siempre han existido movimientos sociales progresistas, medios de comunicación críticos, gente solidaria en su vida cotidiana. Esos pueden obligar a la clase política y a la burocracia a ser más responsables, más transparentes. Además, los políticos progresistas tienen que actuar como ejemplos. La alcaldesa comunista de la ciudad austríaca de Graz, Elke Kahr, gana casi 8.000 euros netos cada mes, pero vive con 2.000 y da el resto a iniciativas sociales. Eso le da una enorme legitimidad. Estoy convencido que en España existen ejemplos similares.

Suscríbete para seguir leyendo