La sala de espera del Colegio de Dentistas se llenó ayer de los niños ucranianos de la Asociación per Ells, algunos con cara de nerviosismo y otros con algo más de seguridad. Las visitas médicas suelen ser inusuales para ellos, así que aprovechan su estancia en Mallorca para realizar las revisiones necesarias. La intención, en este caso, es realizar los tratamientos para que «no se queden sin algún diente» y «orientarles para que sepan que deben hacer al llegar a casa» explica uno de los doctores que realizó el chequeo, Ruslan Caula. Cada uno de ellos será traspasado a la consulta de otros odontólogos que se han presentado voluntarios para ayudar al seguimiento de ellos durante su estadía. 

El miedo de Diana Nyzkovska se asoma en el abrazo que le da a Vanesa, su madre de acogida, lleva cuatro años viniendo a Mallorca a pasar las vacaciones junto a sus dos hermanos, la más pequeña está en Ucrania con su madre: «Hablaba con ellos todos los días [durante la guerra] me decía que tenía miedo. Ponía el altavoz del móvil y usaba el traductor para entenderla» explica Vanesa. Finalmente, se sienta tranquila y mira cómplice a su aliada en esa sala para que la felicite por su buen comportamiento. Anna Bielova es algo más traviesa, a sus siete años le muestra los dientes a la doctora Oksana Nazarkevych. Su hermana mayor Lisa Plessa, que ya vivido en esa familia de acogida ocho años, está pendiente de todo lo que dice la médica para hacerle cumplir con las pautas: «Mi padre no quería que ella viniera pero ahora con la guerra no se lo ha pensado» explica Lisa.

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Los niños ucranianos acogidos durante el verano visitan al dentista B. Arzayus

Algunos necesitan tomarse más enserio el cepillado después de los dulces y otros deberán quitarse algún diente, aún así todos están felices de encontrarse con sus compañeros y contarles todo lo que están haciendo durante estos días. La mayoría de ellos ya se conocen porque «muchos suelen ser niños que ya han venido otros veranos o en Navidad» dice la presidenta de la asociación, Esperanza Seguí. El conflicto bélico ha puesto en jaque los trámites administrativos, eso no ha impedido que 23 niños ucranianos pasen su verano aislados de la guerra que está sacudiendo su país. Todos ellos se quedarán aquí hasta al menos finales de este mes, ya que existe una incertidumbre respecto a la vuelta porque parece que el final del conflicto no está cerca.

A pesar de la pequeña evasión que supone estar lejos de sus hogares, las situaciones que han vivido siguen en la cabeza de algunos, es el caso de Angela que no duda en preguntarle a Mari, quien ejerce como su madre en vacaciones, «si está pasando algo cada vez que escucha los fuegos artificiales» de alguno de los pueblos que están de celebración. El dibujo de Masha Makarenko de nueve años, que vive con Seguí, durante estos meses junto a su hermano menor, representaba la difícil realidad a la que se enfrentan estos niños, «ahora al menos ya dibuja la playa o el mar». 

La adaptación no es del todo sencilla, su educación ahí es distinta y acostumbrarse a nuevas rutinas en ocasiones es complicado. Sin embargo, muchos de ellos sienten Mallorca como una segunda casa, y el mallorquín su segunda lengua: «Hace años acogí a Irina, una chica muy cabezota. Ahora ella tiene 23 años y vive en Polonia, tiene claro que somos su familia y quiere venir a vivir aquí en un futuro» cuenta la responsable de la asociación.