“Los niños no quieren saber nada ni de Eurodisney ni de París”, dice María Ferragut, después de tardar bastante más de la cuenta en volver a Mallorca. Lo que tenía que ser un viaje de diversión familiar que habían pospuesto por la pandemia se convirtió en una pesadilla después de que easyJet les cancelara el vuelo de vuelta. Ni siquiera fue para el día siguiente, se lo reprogramaron, en principio, para dos días después.

“Estábamos el miércoles 29 de junio por la mañana en Eurodisney y ya nos chafaron el día”, cuenta Ferragut. Fue cuando recibieron el avisó de la aerolínea británica en el que les comunicaban que se cancelaba su vuelo de la noche al aeropuerto de Palma. “Sin darnos ninguna explicación nos lo pasaron para el viernes, dos días después”.

“Éramos cuatro adultos y cuatro niños. Nos fuimos para el aeropuerto y después de suplicar (yo estoy enferma de la espalda) nos mandaron a un hotel. La segunda noche otra vez tuvimos que estar suplicando para que nos dieran alojamiento y a los cuatro menores les mandaron al hotel de enfrente del nuestro”, dice María.

El viernes por fin tenían que coger el avión París-Palma, “pero nos lo volvieron a cancelar”. Esa noche ya la pasaron en el aeropuerto Charles de Gaulle. “No nos hicieron ni caso”, se queja. Entre los menores, uno de ellos padece síndrome de Asperger, le “afectó mucho la situación”, critica la mallorquina, que es consciente de que ese día, 29 de junio, ya era la primera jornada de huelga de los tripulantes de cabina de easyJet, que están protestando por sus condiciones laborales, reclaman la equiparación salarial con sus colegas europeos de otras bases. “Respeto sus derechos, pero también se han de respetar los de los pasajeros”, considera la mallorquina. El vuelo, al parecer, no salió ese día porque faltaba uno de los tripulantes.

Finalmente el vuelo lo cogieron el sábado, pero con retraso, “no llegaba la tripulación” y lograron llegar a Mallorca. La denunciante se queja de la falta de información y del trato por parte de la aerolínea, además de que supuso que perdieran dos días de trabajo. “No podíamos pagar otro vuelo con otra compañía”, señala, así que no les quedó más remedio que tener un final de vacaciones que no olvidarán por ingrato.