Gabriel Garcías Planas, abogado eminente y prestigioso catedrático de derecho penal, una de las figuras punteras del foro balear, nos dejó el día de San Juan. No pudo resistir los ataques masivos contra su cerebro cuando se encontraba en perfecto uso de su lúcida capacidad intelectual.

Gabriel Garcías era una persona culta, inteligente, lista, que captaba al instante al interlocutor y superdotado, con unas condiciones excelentes para el estudio y la enseñanza. Además, su extraordinaria, asombrosa diría yo, capacidad para la memoria le facilitaba cualquier tarea que emprendiese.

Todo esto hizo que destacase desde el principio como profesor interino de Derecho Penal en la UIB y, por supuesto, posteriormente cuando adquirió la cátedra de esta misma asignatura. Ahí ya su fama fue elevándose hasta convertirse en una eminencia en el campo del Derecho Penal con un prestigio indiscutible tanto como abogado o profesor. Sus clases eran tan interesantes que alumnos de otras facultades acudían a escucharle.

Con el paso de los años Gabriel Garcías se convirtió en un claro referente dentro del mundo del derecho no solo aquí en Mallorca sino a nivel nacional. Su opinión era siempre solicitada por los medios ante casos judiciales complicados o iniciativas legislativas controvertidas. Además, Garcías tenía un enorme sentido del humor y de la ironía. A veces yo bromeaba con él diciéndole que no le faltaría trabajo nunca porque siempre hay delitos y él me contestaba «es que los delincuentes no descansan, nunca se toman vacaciones». Tenía una gran capacidad humorística para contar anécdotas y hechos extraños que le habían ocurrido a lo largo de su carrera como la del juez que le riñó por colgar su chaqueta en el respaldo de la silla diciéndole irónicamente que contribuía a la decoración de la sala o la del acusado que al ser preguntado sobre su profesión contestó «delincuente» y cuando el juez le dijo que eso no era ninguna profesión, el acusado replicó «pues a mí no me ha ido nada mal».

Durante el largo ejercicio de su profesión y de la docencia ha sido una persona notable e importante, pero él nunca buscó la notoriedad. Sabía de su capacidad, pero tenía tendencia a quitar importancia a las cosas que hacía o decía. Un día podía decirte «solo para que lo sepas el día 15, me van a nombrar algo en la Academia de Jurisprudencia, nada, una tontería, pero que lo sepas». Y lo acompañaba con esa caída de ojos tan característica en él que significaba «no es nada». Ese «nada» era que le habían elegido «nada menos» que presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Academia de la que él había sido fundador con 40 años y miembro de la Junta del Colegio de Abogados con 35.

Gabriel Garcías era consciente de su valía intelectual y profesional, pero ni buscaba ni necesitaba un reconocimiento por ello. Sabía de su influencia y de su capacidad de magisterio dentro de la sociedad. En realidad, sin querer, sin pretenderlo, formaba parte de lo que podríamos llamar la «aristocracia» de su profesión, con toda humildad y sin despreciar a nadie.

En los últimos meses, tuvimos largas conversaciones en virtud de un proyecto editorial y puedo decir que toda su vida desfiló ante la grabadora sin que en ningún momento pensáramos que su vida terminaría tan pronto. Si tuviera que definir un solo rasgo que le caracterizara diría que era una persona casada con la honestidad, esencialmente honesta, intolerante con la estulticia y la mentira. Por ello, en ciertas ocasiones sacaba su genio, que lo tenía, pero se le pasaba enseguida.

Además de ese rasgo global de su personalidad, dos cosas destacaban en Gabriel Garcías. Su familia era lo más importante y siempre estuvo dispuesto a que condicionase su vida porque, aunque algunas veces se quejase, estaba encantado y además siempre dispuesto a acoger gente en su casa.

La segunda cuestión era su sentido de la amistad. Sólo tenía amigos de verdad, de esos que nunca fallan y aquellos por los que Gabriel era capaz de hacer cualquier cosa y lo digo por experiencia propia. Siempre estaba dispuesto a dejarlo todo por ayudar. Desde una amistad que ha durado 64 años, le echaremos en falta, pero le recordaremos con ese mismo afecto y amistad que él tuvo con quienes fueron sus amigos.

Giovani Papini decía que los fallecidos seguirán con nosotros siempre que no les olvidemos, siempre que les recordemos. Gabriel, te recordaremos siempre, seguirás entre nosotros.