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Ni Juan Carlos I ni Valtònyc pueden volver a Mallorca

El magistrado Pedro Barceló se jubilará anticipadamente este año, y su plaza en el Tribunal Superior será cubierta por Diego Gómez-Reino, que dejará vacante la presidencia de la Audiencia

La enorme pero sobria capilla funeraria que Antonio Fontanet construyó en vida en el cementerio de Felanitx se ha visto enriquecida por un busto del empresario fallecido a los 101 años.

Nancy Pelosi, presidenta del Congreso estadounidense, denuncia que «el Tribunal Supremo es peligroso para las familias y las libertades». No le vendría mal darse una vuelta por Mallorca, donde la sala de lo contencioso del Tribunal Superior jamás concedió una suspensión cautelar a los ecologistas cuando existían, pero otorga la paralización a los constructores antes de que la pidan. Según el criterio seguido al abortar la licitación del Metro, un funcionario al que no le compensa el sueldo que recibe por culpa de la inflación debe recibir de inmediato un aumento en la cantidad que considere, y así sucesivamente. Si necesitan ejemplos de suspensiones cautelares denegadas a la izquierda, ahí van: el hospital ilegal de Son Espases avalado por el TSJ pese a las sentencias en contra del Supremo, El Corte Inglés, Porto Pi Centro. Y decenas más.

Hay gente valiosa en todas las instituciones, y el magistrado Pedro Barceló entrará en la historia por haber remitido al Tribunal Superior la petición de imputación de Gabriel Cañellas, que cambió la historia de España en los años noventa. Sin el precedente del Túnel de Sóller, capítulo pionero de la fiscalía Anticorrupción de Carlos Jiménez Villarejo, no hay Gürtel ni Kitchen que valgan.

Barceló ocupa hoy plaza en la sala de lo civil y penal del Tribunal Superior, a la que está ligado el episodio fundamental de su biografía. Pese al aspecto juvenil del juez mallorquín, que nos obliga a no desvelar bajo ningún concepto que tiene 67 años, ha decidido jubilarse este otoño antes de la fecha permitida por su carrera. La plaza será cubierta salvo una improbable sorpresa por Diego Gómez-Reino, el presidente de la atormentada Audiencia de Palma que migró de lo penal a lo civil tras colocar a la institución a la cabeza de la lucha contra la corrupción en España, ahora está a la cola.

El trasiego judicial dejará vacante la presidencia de la Audiencia, y reunirá en el TSJ a los dos Gómez a quienes hasta sus amigos reconocen sobrada sabiduría jurídica, Gómez-Reino y el mallorquín Carlos Gómez Martínez. El primero es tío de Antonio Gómez-Reino, diputado en Madrid y líder de Podemos en Galicia. El segundo y presidente del Superior es hermano de Marcos Gómez Martínez, embajador en Moscú. Ambos están muy por encima de los magistrados del Supremo a quienes vapulea rutinariamente un rapero como Valtònyc.

A propósito, Valtònyc y Juan Carlos I comparten condena, después de haber sido absueltos por instancias jurídicas de ringorrango. Pueden volar por medio mundo, pero su único punto de coincidencia es que ninguno de ellos tiene licencia para regresar a Mallorca, mucho más importante para ambos que la vecina España aunque el rapero proclamara que «la isla se me ha quedado pequeña».

En España son tan monárquicos que tienen dos Reyes. Dado su historial, injuriar a Juan Carlos I como hizo Valtònyc es una tarea ímproba, el monarca ha ofendido con más fuerza a su Reino que el rapero a su Rey. En cuanto al empuje promocional del circo en Sanxenxo del exiliado con Rolex, contemplen en Son Sant Joan las oleadas de turistas que huyen de Mallorca decepcionados, al enterarse de que el Emérito ya no veranea aquí.

Atendiendo a la gradación del tedio en sus lugares de destierro, cuesta decidir si la Bélgica de Valtònyc es más soporífera que los Emiratos de Juan Carlos I. Tras el veto de Felipe VI a que su padre se instalara en Marivent, la última visita del Emérito lo convirtió en invitado de honor de la boda de Rafael Nadal, a quien siempre compara favorablemente con su hijo hasta el punto de soñar con colocarlo en la Zarzuela. Si este plan también falla, pueden nombrar Rey de España al emir de Qatar, reverenciado en Madrid y leal a Mallorca. Algún día les contaré mi mano a mano con el jeque.

Antonio Fontanet fue el último de los grandes empresarios mallorquines que vivió el contrabando. Construyó en vida una enorme pero sobria capilla funeraria en el cementerio de Felanitx, hasta el punto de que la única mención a su futuro ocupante eran las iniciales A.F., inscritas con pequeñas piedras en el suelo. El conjunto se ha visto enriquecido por la leyenda en piedra «Familia Fontanet Obrador» y por el busto que conservaba en su despacho el empresario fallecido el año pasado con 101 cumplidos, solterón empedernido y por tanto enamorado impenitente. También han empezado las desinversiones de su patrimonio milmillonario. Me concedió su primera entrevista, cuando el consenso ordenaba que no hablaría. Y vaya si habló, recordando que todos los partidos le habían pedido ayudas felizmente cumplimentadas.

Reflexión dominical exhausta: «La tranquilidad de que ya te han engañado de todas las formas posibles».

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