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El aeropuerto vuelve a demostrar que es una ciudad sin ley y asesta un golpe brutal a la imagen de la isla. | GUILLEM BOSCH

Son Sant Joan arruina la reputación de Mallorca | Por Matías Vallés

Los pasajeros mallorquines sometidos al habitual trato degradante de ganado en Son Sant Joan no pudieron evitar una mueca al observar ayer a decenas de fugados de origen marroquí, correteando por las pistas aeroportuarias a su libre albedrío y capricho. En ese mismo instante, se obligaba a bajarse los pantalones a ciudadanos decentes en la terminal.

La pregunta esencial a formular no es qué, ni cuándo, ni siquiera por qué. El interrogante básico es cómo ha podido ocurrir la invasión de un recinto que justifica el maltrato sistemático a los pasajeros con la coartada de una falsa seguridad. Menudo cambalache, visto el incumplimiento de los protocolos en un vuelo que lleva el explícito rótulo de Casablanca-Estambul, y que solicita una peculiar escala.

Son Sant Joan vuelve a ofrecer la peor imagen posible de Palma. Basta evocar mentalmente a decenas de personas solazándose por las pistas sacrosantas para estallar en una carcajada, a falta de saber si eran otros los artefactos explosivos en juego. Nada de ello preocupa en lo más mínimo a los gestores del reino de taifas.

Son Sant Joan asesta otro golpe brutal a la reputación de Mallorca que jamás le importó, por que funciona exclusivamente como un organismo colonial expoliador. El ejemplo de anoche bastaría para descalificar sin indulto posible a una institución, pero enlaza a la perfección con un recinto aeroportuario en el que aparecen muertos de origen desconocido en contenedores. Un paraíso fiscal donde los aviones de la terminal privada están sometidos a una revisión más superficial que los Casablanca-Estambul. Un aeropuerto donde pastaban los aviones de la CIA sin que nadie les importunara.

El precedente del avión argelino secuestrado por tres persona en 1994 con una cafetera, para pedir la liberación de los presos políticos de su país, refleja un incidente sin importancia por comparación con lo ocurrido ayer. Queda demostrada empíricamente la facilidad con la que puede ocuparse el aeropuerto de Palma. No importa si se trata de emigrantes o terroristas, puesto que los responsables del control de Son Sant Joan serían incapaces de distinguirlos. La única verdad irrefutable es que basta montar un Casablanca-Estambul para volar el aeropuerto y alrededores. Si no ha ocurrido, es porque a nadie le ha interesado.

Claro que el yihadismo no existe, según la humanitaria delegación negacionista del mismo Gobierno que ha situado a Son Sant Joan como una fortaleza inaccesible para los mallorquines, aunque no para presuntos terroristas. El descontrol reinante en Son Sant Joan no puede extrañar, dado el esfuerzo de los cuerpos policiales y políticos por negar que Mallorca tenga un problema de infiltración terrorista,  o que se haya convertido en un destino migratorio preferente. La despreocupación es un rasgo inherente a los acontecimientos desarrollados anoche, en una isla obligada a vivir de un aeropuerto que la traiciona.

Anoche se certificó que en Son Sant Joan no hay Estado que valga, y que el trato esclavista dispensado a los pasajeros de pago es una pantomima. El mismo mallorquín que esbozó una mueca al comparar las exigencias que soporta por comparación con las facilidades otorgadas al Casablanca-Estambul, puede echarse a temblar porque a partir de hoy mismo se recrudecerán los controles en la terminal. No en las pistas.

El descontrol no puede extrañar en un Gobierno negacionista del yihadismo

Los cada vez más escasos mallorquines sensibles albergan la convicción de que Son Sant Joan se dedica a engañarlos continuamente, con sus ampliaciones camufladas, con su funcionamiento autónomo. Dentro de la tristeza y peligrosidad de los acontecimientos vividos ayer, habrán podido comprobar qué fácil es engañar a su vez a los prepotentes llegados de Madrid y a sus lacayos locales.

Son Sant Joan ha sido tomado a la carrera, sin necesidad de enarbolar un arma. Una hermosa lección para quienes siguen soñando con su liberación. Recuerden por ejemplo el primer punto del enterrado REB de 2016, «Cogestión aeroportuaria». Será entre España y Marruecos, por lo visto.

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