El incremento del descuento aéreo para residentes trajo aparejado que el gasto estatal de la bonificación se disparó casi al doble al crecer tanto los precios como el número de viajes realizados por los beneficiarios de la subvención. Por ello, los expertos consideran que sería mejor que los pasajeros recibieran una cuantía fija por viaje, lo que les llevaría a buscar las tarifas más baratas.

Cuando Madrid subió el descuento aéreo, en julio de 2018, el gasto se disparó al pasar de 433 millones cuando se subvencionaba el 50% del billete a 728 millones con el 75%. Un quebradero de cabeza para el ministro José Luis Ábalos, pues entonces el presupuesto estaba congelado al seguir en vigor las cuentas aprobadas por el popular Cristóbal Montoro.

El pasado jueves se celebró la jornada Los posibles efectos no deseados de las ayudas públicas: el caso de las subvenciones al transporte aéreo de los residentes en los territorios extrapeninsulares, organizado por el centro de análisis Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). Fue la primera ocasión en la se pusieron en común los tres informes que se han realizado hasta ahora sobre este tema: el de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, el de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) y el de la Universidad Pompeu Fabra. Este último lo encargó el ministerio de Transportes, y hasta ahora no se ha divulgado.

El economista Diego Peñarrubia, de la Universidad de Murcia, es uno de los expertos académicos que han elaborado el estudio para el Ministerio, coordinado por Juan José Ganuza, de la Universidad Pompeu Fabra, y Juan Santaló, del Instituto de Empresa. «Sin prejuzgar que se mantenga el descuento», se puso sobre la mesa que con el incremento del 50% al 75%, la subvención se dobló en el periodo analizado, entre julio de 2018 y ese mismo mes de 2019. «La factura» para el Estado subió «en torno a un 100%». «La duda era qué estaba pasando» y la respuesta es que los precios subieron un 16% y ese mismo porcentaje el número de viajeros y un 50% el gasto público.

«Era lógico que la gente volara más», pero la subida de los precios generaba «más suspicacias», señala Peñarrubia. Los académicos no encontraron «problemas graves de competencia».

La subida de precios la ciñe a los mecanismos causados por el algoritmo a la hora de llenar un avión cuando hay más demanda, como los fines de semana. «Y no había más aviones. Iban llenos», añade. El economista recuerda que también impactó que dejaran de volar los Boeing 737 MAX mientras se investigaban fallos de seguridad tras la tragedia del vuelo de Ethiopian Airlines que se estrelló.

En los trayectos con obligación de servicio público (OSP) las tarifas subieron menos. «Generan precios más estables , pero más altos». Y este mecanismo en la ruta Palma-Madrid, por ejemplo, «no es necesaria ni conveniente», por la competencia existente.

«No hay una receta sencilla», reconoce el economista. Considera que «las subvenciones fijas distorsionan menos», que el gasto con el 75% «es demasiado caro» y al subir los precios es incluso perjudicial para los residentes porque puede «expulsar a los turistas» sin derecho al descuento.