«Mi objetivo con esta obra es dar a conocer los datos de la meteorología severa en Balears. Pese a la fama de tiempo apacible, las islas sufren cada año episodios adversos, como el tornado de Palma de 2007, las inundaciones de Sant Llorenç de octubre de 2018 o la reciente tormenta de Banyalbufar de finales de agosto. Si los estudiamos, documentamos y aprendemos a reconocerlos, estaremos también ayudando a prevenir sus consecuencias», asegura Duncan Wingen.

Tormenta nocturna fotografiada el 18 de junio de 2014 desde Cala Major. Duncan wingen

Con este planteamiento y una voluntad divulgativa, el hombre del tiempo de Diario de Mallorca acaba de publicar en la editorial Círculo Rojo la obra Los secretos de los cumulonimbos, un manual de tiempo severo en Balears que mete de lleno al lector en el interior de la tormenta, le da las claves para interpretar sus signos externos y tipologías, y profundiza en todas sus expresiones: descargas de rayos, líneas de lluvias o líneas de turbonada y, por supuesto, granizo, vientos fuertes, reventones, tornados y caps de fibló.

«Explico los signos visuales que ofrecen las diferentes nubes de tormenta, detalles que te ayudan a predecir que puedan ser más o menos severas, pero también voy más allá y analizo el papel que tienen en la previsión el radar de precipitación, los mapas de rayos y los satélites».

No obstante, en este tipo de fenómenos y pese a los avances técnicos tan importantes hay una parte impredecible, explica. «La meteorología severa es la más difícil de adelantar, pese a la nueva tecnología y los avisos oficiales de la Aemet del nivel de riesgo. Sobre todo la ubicación exacta donde va a producirse la tormenta, que además suele ser un fenómeno muy localizado. Por ejemplo en la tormenta de Banyalbufar de finales de agosto se dieron rachas de 170 kilómetros por hora. Sin embargo, a pocos kilómetros solo llovía de forma moderada y la situación no resultaba peligrosa. Por eso digo que la localización es el gran punto de incertidumbre de estos fenómenos», argumenta. «Una situación que se acentúa mucho más en el caso de los tornados»

Manga marina y dos rayos nube-mar desde na Foradada en agosto de 2018. Paco bailón

«El tiempo severo es algo común de todo el Mediterráneo y existía mucho antes de que empezara a hablarse del cambio climático», afirma Wingen. «Ahora nos acordamos de Sant Llorenç, pero solo en el Llevant de Mallorca se produjeron episodios de lluvias intensas en 1943, en 1973 y en 1989, año en que murieron tres personas en Felanitx tras unas precipitaciones que dejaron 200 litros por metro cuadrado», detalla.

No obstante, Mallorca también ofrece particularidades al tiempo severo, explica el experto. «Dentro del contexto muy propicio al que me refería, porque el Mediterráneo es un mar muy cálido, tenemos una orografía particular, dominada por la Serra de Tramuntana, que refuerza las tormentas que entran por el mar y crea tormentas propias. Y luego tenemos también bahías enfrentadas, la de Palma, por un lado, y las de Alcúdia y Pollença, por otro, que crean tormentas de embat, aquellas que se forman en verano en el interior de la isla por la convergencia de las brisas, que son nuestras tormentas autóctonas y que solo crecen sobre tierra. En el libro las he llamado Tempestatis Balearicus», comenta. «No son tan generalizadas, son más locales, pero en ocasiones producen lluvias muy fuertes».

La obra de Duncan Wingen dedica también un capítulo a la fotografía de tormentas y rayos, un campo en el que se ha especializado y considera fundamental. «Resulta muy importante para difundir los efectos de estos fenómenos y también para conocerlos mejor y estudiar sus señales», defiende.

En el interior de la tormenta

En el interior de la tormenta