P ¿Desde cuándo lleva trabajando como guardia de seguridad en Son Dureta?

R Destinado aquí desde el año 2008. Antes he trabajado en otros lugares con esta misma empresa.

P ¿Cuántos guardias trabajaban con el hospital a pleno rendimiento?

R Cuatro personas por turno en los tres establecidos de mañana, tarde y noche. Uno estaba en la garita, otro en urgencias, otro en el maternal y otro paseándose por los exteriores. Aunque, en situaciones de necesidad, siempre teníamos el apoyo de la Policía Local y Nacional.

P ¿Qué puntos eran los más conflictivos?

R Aquí, en la garita (la ubicada en la entrada de Andrea Doria), había enfrentamientos cada día porque había serios problemas de aparcamiento y la gente quería entrar con su vehículo para estacionar dentro. Y solo podíamos dejar pasar a las personas con minusvalías, a las ambulancias y a los taxistas. También, claro está, a los particulares que llegaban con una mujer embarazada (esa era la entrada de acceso al edificio maternoinfantil, hoy ya en fase avanzada de derribo).

P ¿Había algún otro punto caliente?

R Sí, urgencias. En urgencias siempre había gente conflictiva, indigentes, borrachos... había problemas cada día.

P ¿Qué tipo de problemas?

R Había indigentes que venían a pasar la noche aquí porque no tenían a donde ir y hacíamos la vista gorda. El problema es que algunos llegaban borrachos u otros se dedicaban a robar en los bolsos de otras personas que estaban esperando ser atendidas.

P ¿Con qué otros conflictos tenían que lidiar?

R ¡Teníamos hasta peleas de clanes en el vestíbulo principal del hospital! Y había que tener mucho cuidado cómo manejabas la situación con algunas etnias como los gitanos o los marroquíes. Había que mantener las formas porque si no te acusaban de racista.

P ¿Cuáles pasaron a ser los principales problemas cuando se cerró el hospital?

R Cuando se cerró el hospital, aunque se mantuvieron las resonancias y radioterapia durante un tiempo (estos servicios asistenciales fueron los últimos en trasladarse a Son Espases, aproximadamente un año después de la mudanza general en diciembre de 2010), el servicio de vigilancia se redujo de cuatro a dos personas por turno. Y los principales incidentes fueron intrusiones de chavales que se colaban, decían, para sacar fotos de los fantasmas que les habían asegurado que había en el hospital.

P ¿Tuvieron que desalojar alguna vez a okupas?

R No, nunca hemos tenido un intento de ocupación. En el recinto sí han entrado saltando la valla, pero nunca lo han hecho en el interior de ninguno de los edificios.

P ¿Qué hacía para que transcurriese más rápido su turno de vigilancia de un recinto vacío y desangelado?

R No te aburres porque hay unos controles de rondas y unos protocolos que tienes que seguir.

P ¿Esas rondas incluían los edificios cerrados? ¿Disponen todavía de luz?

R Sí, en las rondas paseabas por el interior de los edificios que tenían iluminación.

P En este hospital ha muerto mucha gente, ¿no resulta inquietante pasear de noche solo por esos pasillos vacíos y silenciosos?

R Hombre, cuando paseas por la zona de quirófanos o por la zona mortuoria donde estaban las cámaras con los cadáveres y escuchas algún ruidito... ¡pues claro que te acojonas! Y los ruidos en este edificio son habituales ya que las tuberías, que siguen llevando agua, crujen. Incluso había un ascensor cuyas puertas se abrían repentinamente cuando pasabas frente a él y te pegaba un susto... Hasta que por fin lo desconectaron. Pero a todo te acabas acostumbrando. Tenemos una compañera que hace estas mismas rondas sin ningún problema.

P ¿Ha habido algún percance desde que ha comenzado la demolición?

R No, porque no tenemos contacto con la obra (el territorio de Juan Manuel está separado por una valla de la zona que se está derribando, donde se erigía el edificio verde de consultas externas y el maternoinfantil, entre otros). La empresa que la ejecuta tiene su propio servicio de seguridad.

P ¿Cuál es el recuerdo más desagradable que tiene?

R Cuando una indigente trastornada intentó quemarse a lo bonzo. Se roció con una botella de gasolina y afortunadamente le pudimos quitar el mechero en el último momento. Ese día me fui a casa con un mal sabor de boca porque esto es una cosa que ves por la televisión y no crees que pase en la realidad. Era una chica trastornada que venía a menudo a robar pastillas y que en otra ocasión se intentó tirar desde esa escalera (señala una de emergencia, exterior, en un lateral del edificio general semicircular) y precisamente la cogí yo cuando ya caía.

P ¿Y el más gratificante?

R (Duda) No sé... Cuando ayudabas a personas con minusvalía a salir del coche, el agradecimiento que mostraban. No era raro que más tarde aparecieran por la garita con una coca-cola de regalo.

P Ha vivido Son Dureta en plena actividad, cerrado y en fase de demolición. ¿Le gustaría seguir aquí cuando se convierta en el complejo sociosanitario proyectado

R ¡Claro que me gustaría! Conozco la zona, el barrio, y me gustaría mucho continuar. Pero eso dependerá de lo que decida mi empresa de seguridad.

P Cuando se produjo el traslado a Son Espases

R No, ni mucho menos. Pensaba que en uno o dos años iba a recuperar su actividad. Esto era como una ciudad abierta las veinticuatro horas del día y cuando se quedó vacía resultó bastante deprimente. Había movimiento durante toda la noche.

P ¿Cree que los vecinos tolerarán bien que vuelva ese ajetreo?

R Creo que sí. El barrio recuperará vida y aquí no hay una actividad molesta. Además, tienen la ventaja de tener el hospital cerca, al lado de su casa.

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