Veintitrés horas al año atrapados en un atasco. Quién iba a decirle hace unos años a los mallorquines que presumían de calidad de vida que se iban a pasar prácticamente un día entero parados en el colapso circulatorio, principalmente en la capital, Palma. Los datos proceden del ranking anual INRIX Global Traffic Scorecard que mide el tráfico a nivel global, y que ya sitúa Palma como la sexta ciudad española con más atascos. Una lista que encabeza Madrid con 42 horas anuales perdidas al volante, y que a nivel global lidera Los Ángeles con 102 horas de embotellamiento al año para cada ciudadano.

Si hay un lugar en Mallorca donde circular se ha convertido en una odisea y en una prueba de resistencia, ese es la Vía de Cintura de Palma. La circunvalación que se diseñó para, precisamente, descongestionar el centro y facilitar el recorrido de un lugar a otro de la ciudad, se ha convertido en un verdadero punto negro, que saca de sus casillas a la mayoría de conductores.

Según el ránking INRIX, los palmesanos pierden un 11% del tiempo que conducen parados en un atasco. Una circunstancia que se ha disparado en la última década, y que ya forma parte de la cotidianeidad. Según datos recopilados por el Ibestat, en 1996 Mallorca no llegaba a los 350.000 turismos, mientras que en 2016 se alcanzaron los 560.000, más de uno por habitante. Un aumento del 62,5% que no puede absorber la red viaria. Si se contabilizan todos los vehículos, no sólo los turismos, Mallorca ha pasado de los 450.000 de 1996 a los 767.000, cifra que da una idea de lo difícil que resulta circular sin ser víctima de un atasco.

Entre los lamentos ciudadanos, aparecen periódicamente declaraciones de intenciones de las diferentes administraciones y de los diferentes colores políticos. Es tan unívoco el discurso a favor del transporte público, como inferior la inversión si se compara con las actuaciones dedicadas a ampliar la capacidad de las carreteras. Esta misma semana se ha licitado la autopista de Llucmajor a Campos por 42 millones de euros, y el ConsellConsel tiene presupuestados 9 millones para la variante de Algaida, 8,4 para el enlace de Lloseta a la autopista de Inca, y prevé licitar próximamente por 44,9 millones el tramo I del Segundo Cinturón; sin tener en cuenta los 25,6 millones de euros del tramo II, licitados en 2014 y cuyas obras todavía están en marcha. En total, 104,3 millones de euros para nuevos quilómetros de asfalto frente a los sólo 40 millones en dos años para electrificar la línea ferroviaria existente. Es cierto también que el Govern prevé aumentar un 47% las frecuencias de los autobuses interurbanos a partir de 2019, a los que destinará 129 millones hasta 2028.

Durante años existió la convicción de que abordar el problema del colapso circulatorio desde la ingeniería, aumentando capacidad, era lo más adecuado. La vía se construyó en 1990 para descongestionar la ciudad, pero ante el aumento de tráfico en 2010 se ampliaron a tres los carriles. Con el tiempo, se ha comprobado cómo a mayor cantidad de asfalto, más elevado es el número de vehículos, sin que éste haya dejado de crecer. En una isla de tamaño reducido, con una capital que concentra buena parte de la actividad económica y que, por tanto, provoca un efecto magnético hacia el resto de la isla, sin una red de transporte público frecuente y eficiente, los ciudadanos se lanzan a la aventura diaria de desplazarse a Palma en coche, provocando colapsos en las entradas de la ciudad. "La macrocefalia de Palma sumada a la falta de planificación de muchas infraestructuras, como hacer dos escuelas en el Parc Bit, el hospital de referencia en Son Espases, que se han hecho sin que nadie pensara en la movilidad, son gran parte del problema", asegura la reponsable del departamento de Carreteras del Consell de Mallorca, Mercedes Garrido. La consellera atribuye el aumento de vehículos en la Vía de Cintura a la "reactivación de la economía, que ha hecho que haya 50.000 personas más trabajando y, por tanto, moviéndose".

Segundo Cinturón

En los últimos diez años se ha ampliado un carril en la llegada desde Inca, se ha construido una autopista hasta Llucmajor que pronto llegará a Campos, y la de Ponent. Todo ello duplica la capacidad de llegada de vehículos a la Vía de Cintura, que se ve desbordada. "Palma tiene tres anillos, el paseo Marítimo, las Avenidas y la Vía de Cintura; y cada uno intenta descongestionar al anterior", afirma Garrido, para quien la solución es "llevar transporte público a todas estas zonas y no hacer anillos sucesivos que lo acabarán colapsando todo". De hecho, el Segundo Cinturón fue presentado como una solución para descongesionar la Vía de Cintura. La mayor parte de los vehiculos que entran en la vía van a Palma y, por tanto, sólo para una pequeña parte de ellos es útil desviarse antes, si al final lo que quieren es ir a Son Castelló o al centro de la ciudad. "Terminaremos el primer y el segundo tramo, pero no cerraremos el anillo", concluye Garrido.