"Escribá vendía un bote de un kilo de Minerval en polvo por unos dieciocho mil euros y aconsejaba a los clientes que tomaran diariamente tres cucharadas soperas del preparado mezclándolas con yogur. ¿Por qué? Porque se trataba de un compuesto muy astringente que al ser tomado puro te dejaba rasposa la lengua".

Esta contundente declaración procede de una de las excolaboradoras de Pablo EscribáPablo Escribá, el catedrático universitario acusado de un delito continuado de estafa agravada por la posible venta fraudulenta de un falso fármacoestafa agravada por la posible venta fraudulenta de un falso fármaco para curar el cáncer cerebral y el Alzheimer. Una colaboradora que asegura que ya denunció estos hechos hace ahora casi tres años al vicerrector de Investigación Jaume Carot, el alto cargo universitario que ayer intentaba defenderse en un mail interno por los, a su juicio, "ataques personales" de la prensa

El Minerval puro en polvo llegaba inicialmente desde una empresa de EE UU en pedidos encargados directamente por Escribá antes de que, con el paso de los años, otra empresa pasara a ser la suministradora del principio activo, añade.

"Lo que estaba haciendo Escribá estaba en boca de muchos investigadores del campus desde hace muchos años. A comienzos de este siglo, el propio Escribá tenía colgada en su despacho una fotografía del cerebro de una paciente de la que aseguraba que le había curado un cáncer cerebral gracias al Minerval. La paciente ya había fallecido, pero él atribuía la muerte a otros motivos", explica. En aquel momento, oficialmente no tenía permiso para probar el Minerval con seres humanos.

"El propio rector Huguet llegó a comentar en privado sobre Escribá que era el científico que había curado un tumor cerebral", añade para reforzar el hecho de que esa idea, la de la que el catedrático estaba comercializando el Minerval y usándolo con pacientes, era vox populi en la UIB desde hace años.

"Llegó a presentar el compuesto a oncólogos de Son Dureta usando esa misma imagen que incluso figuraba en la patente (la del presunto cerebro de la paciente curada). Y creo que los especialistas no le dejaron terminar la presentación", comenta. Este hecho, acontecido a comienzos de los 2000, fue también confirmado por la jefa del servicio de Oncología, Josefa Terrasa, en declaraciones a este diario.

La excolaboradora de Escribá que suscribe estas declaraciones comenzó a trabajar en el grupo investigador del catedrático en septiembre de 2006.

Vinculación con Lipopharma

Desde su incorporación al grupo investigador de Escribá hasta el año 2010 trabajó a cargo de la UIBtrabajó a cargo de la UIB, situación contractual que varió ese año, cuando pasó a cobrar de Lipopharma, empresa derivada de la Universitat fundada por el propio Escribá y el otro catedrático presuntamente implicado en el asunto, Xavier Busquets.

Pese a que la UIB ha intentado desvincularse de Lipopharma desde el comienzo de este presunto fraude -el propio Carot dijo textual y categóricamente de ella que "no es nada nuestro" durante la rueda de prensa convocada de urgencia al conocerse la operación policial que se saldó con la detención de los dos catedráticos- la excolaboradora sostiene que "era muy difícil distinguir entre el grupo investigador y Lipopharma".

"La UIB y Lipopharma han firmado muchos convenios. E incluso se informó a las autoridades universitarias de que había equipamientos y aparatos de investigación inventariados que estaban físicamente en la empresa y siendo utilizados por ella", desmonta la presunta "estanqueidad" defendida por la Universitat balear.

La investigadora postdoctoral, tras dos años a sueldo de una Lipopharma que le exigía más resultados que publicaciones científicas, verdadera motivación de un investigador, empezó a buscarse una salida laboral, lo que consiguió de la mano de un contrato Miguel Servet a mediados de 2013.

Físicamente imposible

En verano de ese año dos circunstancias le obligaron a requerir la intervención del Rectorado: un artículo que estuvo a punto de salir publicado con datos falsos y el asunto del registro de una patente "con datos que no eran físicamente posibles". Este último hecho obligó a esta investigadora y a una compañera al hecho inédito hasta entonces de renunciar a figurar como coautoras de la misma.

Y en 2014, cuando un comunicado de la UIB explicaba que tenían un ensayo en fase clínica con seres humanos para curar el Alzheimer, la excolaboradora pensó que Escribá se había cavado su propia tumba. Pero su sorpresa fue mayúscula al comprobar que ese mismo verano las autoridades de la UIB le organizaron a la reina Sofía una visita al laboratorio del polémico investigador. "Es el sistema el que le ha dejado llegar hasta aquí, protegiéndole desde finales de la década de los noventa. Para la sociedad, todo este asunto va a ser un palo aunque espero que sirva para que cambie la manera de actuar de la UIB", concluye su testimonio una persona que asegura no tener nada contra Escribá más allá de cuestionar sus métodos de investigación.