José Ramón Bauzá debería olvidarse de pregonar una victoria harto discutible en las europeas, para centrarse en el auténtico prodigio de su gestión. El president de Balears puede presumir de haber logrado el peor resultado de la historia del PP en su comunidad. Los populares no obtenían un resultado inferior a su vigente 27 por ciento desde hace 35 años. En aquellas lejanas municipales de 1979, Alianza Popular era un apéndice residual de la UCD de Suárez, y rebañaba las migajas de un siete por ciento de los sufragios.

Sin necesidad de remontarse a la prehistoria, el PP no bajaba del espectacular cuarenta por ciento en las 19 elecciones celebradas desde hace un cuarto de siglo. Se instaló en el Olimpo a partir de las europeas de 1989, con un 33 por ciento. Desde entonces, ha superado además por tres veces el listón estratosférico de seducir a la mitad del electorado. Bauzá ha reducido esas marcas inigualables a la mitad, de un solo descalabro. Se ha quedado al nivel de ERC en Cataluña, un dardo adicional para su fe. Cien mil manifestantes hacen mucho daño, y su onda expansiva viaja a través del tiempo como los ecos del big bang.

Confesión de parte: Jamás hubiera imaginado ver a los populares de Balears en los niveles del veinte por ciento. Para entender el vértigo subsiguiente, la caída de la mitad del porcentaje de sufragios de las últimas generales obligaría en el reino animal a hablar del peligro de extinción. Al ritmo actual, no cabe descartar que deba extenderse el status de especie protegida a PP y PSOE, por mucho que sus votantes huidos preferirían la taxidermia de sus rectores. Los antiguos gigantes son dos náufragos abrazados, que se informan mutuamente de que no saben nadar mientras les sacude el oleaje.

Estarás no suma ni resta un solo voto. Sin embargo, cabe aplaudir la justicia poética del castigo a la candidatura de la vicepresidenta del Govern más corrupto de la historia, por mucho que la eurodiputada se desmarque de Matas a cada oportunidad. En el día de la consolidación de la condena a la cúpula de UM por Can Domenge, cabe recordar que el PP allanó una operación que cuesta examinar sin emplear la palabra robo. De hecho, el desmoronamiento popular y el ascenso de Podemos obliga a poner en cuarentena la máxima de que "la corrupción no se paga en Balears". Las urnas han suministrado un espaldarazo indirecto a jueces y fiscales comprometidos contra el saqueo de fondos públicos.

El tribunal ciudadano tuvo el domingo la primera oportunidad de enjuiciar a Bauzá. Al farmacéutico se le votó en 2011 desde el absoluto desconocimiento. (Solo para listillos, ¿cuántos años permaneció como alcalde de Marratxí?) En las generales ganadas por Rajoy el mismo año, se mantenían las brumas en torno al president recién estrenado. En cuanto los electores le han conocido, han dejado automáticamente de votar al PP.

Se aducirá que el mapa cambiará de aquí a un año en las autonómicas, pero no necesariamente a favor de Bauzá. Allí deberá vencer el obstáculo del PI de Font, y de la coalición Més que coagula la oposición a los grandes disparates de su mandato. En este primer balance masivo de su labor, el president puede balbucear que ha sido arrastrado por un retroceso estatal, con dos salvedades. En primer lugar, la globalización de su desastre le obliga a confesar que solo reside en el Consolat gracias a Zapatero. En segundo lugar, su desplome supera con creces al sufrido por el PP en sus tradicionales graneros de voto, véanse las Castillas o Murcia. En igualdad de condiciones, ha empeorado más que sus colegas.

En circunstancias menos trágicas, el PSOE podría vanagloriarse de haber consolidado el domingo una de las mayores aproximaciones al PP del último cuarto de siglo. En este lapso, la diferencia media a favor de los populares ha superado los diez puntos, reducidos a cinco en las europeas. Su escuálido 22 por ciento era inédito desde las autonómicas de1999, aunque este sesudo trabajo de demolición queda arruinado al recordar que Antich ascendió con aquel exiguo porcentaje a la presidencia del Govern. Por si Bauzá necesita más pruebas, Menorca es la isla con peor resultado de sus huestes y menor distancia a los socialistas. También es la circunscripción más concienciada lingüísticamente, véase el TIL.

Los votos de Podemos, IU y ERC igualan hoy prácticamente al PP en Balears, sin agotar el mapa de la izquierda. Sobre todo, sin necesidad de tomar en consideración al PSOE. La consolidación de las perspectivas progresistas en torno a Més precipita la llegada de un tripartidismo, donde los socialistas quedan relegados a una posición subsidiaria. Armengol puede jactarse de haber desaprovechado el impulso de sus primarias. Es una candidata tóxica, según los izquierdistas.

¿Se apunta alguien a un debate preelectoral servil en IB3 entre Armengol y Bauzá? La fragmentación del voto obliga a considerar por primera vez una Grosse Koalition de PP y PSOE, en la única comunidad española que habla alemán. De nuevo, los bipartidistas baleares pueden consolarse con el dato de que ERC supera en Cataluña a la suma de populares y socialistas. En fin, el análisis gana en lucidez si se abstrae de las siglas y enfoca el marcador de las formaciones a izquierda y derecha.

Una vez refrendado el castigo a la decidida apuesta de Bauzá por la mediocridad, el president tiene como oportunidad única -y como única oportunidad- un giro copernicano. De 360 grados, que diría Antonio Gómez. El president escogerá probablemente el camino inverso, y perseverará en su bravata de desafiar a los profesores a que se presenten a las elecciones. Ya lo han hecho, y le han dejado tambaleante. A continuación, les dirá que él no se rebaja a negociar, que para los trabajos humillantes ha nombrado a una mujer. De momento son los electores fieles quienes se niegan a negociar la reincorporación al PP. Es un exceso de optimismo fiar el envite a la elasticidad de los desertores en el futuro.

Bauzá nació con el pesado fardo de tener siempre la razón, y le costará encontrarla en el amargo recuento de las europeas. Sus tribulaciones no deben despistar del enigma fundamental, ¿conoce usted a alguien que no haya votado a Podemos? Y sobre todo, ¿cómo lo descubrieron? Un experto en publicidad debe identificar a los 150 votantes de la formación de Pablo Iglesias en Alaró, para escrutar el mecanismo de difusión de la sabiduría de las multitudes.