La historia del ciudadano rumano Ioan Bigdan es la historia de un cáncer de lengua "sin papeles". Sin papeles en lo que atañe a su situación administrativa y no a la prolija documentación burocrática que los servicios de facturación de Son Espases han remitido a esta persona, entre los que se incluye una factura por un tratamiento de un tumor bucal que asciende a más de veinte mil euros, cantidad que la mayoría de los ciudadanos de este país no podrían satisfacer sin embargarse de alguna manera.

La hija de Bogdan, Simona Damián, pone voz a lo que considera una flagrante injusticia. Una historia que, además, cobra relevancia en estos días, cuando aún colea el auto del Tribunal Constitucional que avaló la decisión del Gobierno vasco de dar atención sanitaria a los inmigrantes sin papeles, iniciativa recurrida por el Ejecutivo central porque contravenía su real decreto 16/2012 que limita la asistencia a este colectivo a los menores de edad, mujeres embarazadas y las urgencias.

"Yo llegué a Palma hace ocho años y medio y vine de la mano de una prima. Trabajaba en una panadería en Rumanía, pero allí se ganaba muy poco y mi familia me dijo que aquí había mucho trabajo. Tenía la situación regularizada ya que incluso había cotizado un par de años a la Seguridad Social por mi trabajo como empleada del hogar y, hace unos cuatro años, decidí traerme a mi padre y a mi madre. Mi padre, pese a que ahora tiene apenas 61 años, ya estaba jubilado porque había trabajado en un empleo que, por sus especiales características, te permitía jubilarte antes. De hecho, cobra una pequeña pensión del Estado rumano que, traducida en euros, viene a suponer unos doscientos al mes", comienza su relato Simona.

Ni Simona ni sus progenitores habían tenido nunca un problema de salud -"mi padre no ha tomado un analgésico en su vida", remarca-, por eso, cuando Bogdan empezó a notar molestias en la boca, las atribuyó a la rotura de una muela. El dentista al que acudió le dio la primera mala noticia: debajo de la lengua tenía unas llagas de color blanquecino que no auguraban nada bueno. El dolor se le extendió al oído y el otorrino de la Clínica Rotger que le visitó confirmó la sospecha y le emplazó a acudir lo más rápidamente posible a Son Dureta.

"Ingresó por urgencias y allí el oncólogo le dijo que tenía un cáncer de lengua que había que operar de forma urgente. Así lo hicieron y le reconstruyeron la lengua con carne propia que cogieron de su muslo. Le intervinieron en octubre o noviembre de 2010", duda ahora Simona, "pero todo fue muy rápido. Apenas habían pasado dos semanas desde que había acudido al dentista".

Revisión cancelada

El tratamiento, como en todos estos casos, fue largo y complejo. La hija de Bogdan recuerda que pasó 17 días ingresado, que luego empezaron las revisiones cada dos semanas que más tarde se ampliaron cada tres meses, ya en un recién estrenado hospital de Son Espases. O las 27 sesiones de radioterapia, irradiadas desde marzo o abril del año pasado. "Todo fue bien hasta el pasado mes de julio, cuando nos cancelaron una revisión que teníamos en Son Espases diciéndonos que teníamos que pasar por facturación. Y allí nos entregaron una factura de casi 21.000 euros por las atenciones recibidas hasta el momento. Nos dijeron que no teníamos derecho a esa asistencia porque carecíamos de tarjeta sanitaria. Y eso sí lo admito. Pese a que estábamos empadronados aquí, nunca nos hicimos el documento. No teníamos problemas de salud ni pensábamos que los fuéramos a tener en breve", admite hoy Simona, que también reconoce que previamente le habían remitido esa misma factura a su domicilio pero que no le hizo caso por la imposibilidad que tenía de hacerle frente.

El caso, un paciente oncológico al que se le niegan las revisiones mientras no arregle una factura pendiente por anteriores atenciones, no acabó aquí.

"Quería que a mi padre le siguieran controlando la enfermedad, aunque fuera pagando. El cirujano maxilofacial que le intervino en 2010 pasa consulta en la Palmaplanas y yo prefería que le viera él ya que conocía todos los antecedentes porque le había tratado desde el principio", continúa la hija desgranando todos los entresijos de esta rocambolesca historia sanitaria.

Así que pideron cita con este especialista en la clínica privada. Hasta en tres ocasiones fue visitado por el especialista en este centro sanitario aledaño al hospital público donde se le negaba la atención.

"El médico se portó estupendamente con nosotros porque creo que nos cobró algo testimonial por estas consultas, unos once euros por visita", recuerda aún agradecida Simona a este profesional de la medicina.

En la última de las consultas, el médico preguntó cuánto tiempo hacía que le habían operado por primera vez, y al contestarle la familia que hace dos años, ordenó que le hicieran un tac para prevenir o descartar la posibilidad de una reproducción del tumor bucal. La prueba diagnóstica confirmó los peores temores del facultativo: el cáncer estaba volviendo a salir y era precisa una nueva intervención quirúrgica a la mayor brevedad posible.

Consultas a precio de amigo y una prueba de radiodiagnóstico no es lo mismo que tener que afrontar un costoso tratamiento completo de cáncer y Simona se armó de valor y se volvió a presentar el pasado martes en Son Espases. Pasó por la consulta de su médico y le reclamó un informe médico de la situación de su padre con el que intentar convencer a los administrativos del departamento de facturación.

Operación urgente

En éste, reproducido a la izquierda de esta columna, el facultativo confirma que "durante el seguimiento (del paciente Ioan Bogdan), en tac de control 5/12/12 se evidencia lesión de posible origen en amigdala palatina", y añade que "presentado el caso en comité de tumores de cabeza y cuello, es tributario de tratamiento quirúrgico. Dicho tratamiento debe ser realizado a la mayor brevedad posible por las características de la lesión que pueden comprometer o hacer inviable dicha intervención".

Apreciación médica tan contundente no ablandó al personal de facturación que ese mismo día atendió a la hija de Bogdan, ya que, según refiere la propia Simona, "me dijeron que mientras no arreglara el asunto de la primera factura, no me podían dar cita". El pasado jueves, desesperada, Simona se presentó con su padre en urgencias. Allí se limitaron a darle unos analgésicos para el dolor y reiterarle que sólo en admisión le pueden citar para las biopsias, pruebas y demás trámites que requiere un tratamiento tan complejo como éste. La pelota está en el tejado del Ib-Salut.