Mallorca es el puerto de las Islas Caimán en Europa. El minúsculo archipiélago caribeño es desde hace medio siglo el paraíso mundial del dinero negro, pero ha empleado el río de billetes que fluye desde las cuentas opacas de las grandes fortunas para convertirse en mucho más: al calor de las toneladas de dólares y euros con alergia a Hacienda ha florecido un pujante comercio naval, que ha hecho de Mallorca su franquicia europea. Las cifras hablan solas: los puertos baleares fueron el destino del 71% de las exportaciones de yates de Caimán a España. Siete de cada diez. Y eso son 327 millones de euros en mástiles, lujo y diseño.

Porque Mallorca no comerció precisamente con chalupas de medio pelo y veleros sin vuelo: esos 327 millones de euros entraron en la isla en apenas 16 operaciones, cada una de ellas valorada en más de 20 millones de euros, según revelan los datos del Instituto de Comercio Exterior (ICEX) y de la Agencia Tributaria española. Sólo ese puñado de barcos de mucho fuste y aún más kilates le valdrían a Balears y sus puertos para superar el negocio náutico del resto de comunidades españolas (salvo Cataluña).

Pero es que hay más: Balears y sus empresas de venta de yates solo aptos para billeteras holgadas también importaron veleros y grandes barcos de las Islas Vírgenes y las Bermudas, los otros dos paraísos caribeños del dinero en fuga y la náutica interesada. A esas operaciones se unieron cientos de movimientos con cifras más modestas y origen en la Unión Europea (la mayoría de Reino Unido y Alemania), que alimentaron un negocio total de 683 millones de euros. La cifra es tan gruesa que eleva a Mallorca al rango de capital náutica del Mediterráneo español: por sus muelles pasan la mitad de los 1.220 millones que atrajo la navegación recreativa a España en 2010.

Y justo eso es lo que está en riesgo. Porque aunque las cifras parecen buenas, no lo son tanto. Balears llegó antes de la crisis a mover más de 700 millones de euros en barcos en un solo año. Ocurrió en 2006 y 2004, pero desde entonces muchas cosas han cambiado. Hablan de ello en el sector, en el que no tienen por gran enemigo a la recesión mundial (que también), sino a la Administración española y sus peculiaridades fiscales en materia náutica: un impuesto de matriculación naval que no se paga en ningún otro lugar de Europa es la mayor amenaza para el futuro de una actividad clave para elevar el nivel económico del turista que llega a Balears. "Aunque el hecho de recurrir a banderas de conveniencia de países con fiscalidad baja como Caimán o Islas Vírgenes o la isla de Jersey haga pensar en evasión fiscal, la actividad en Mallorca es plenamente legal, transparente y productiva para Hacienda. Todos esos barcos de los que hablas, cuando llegan aquí abonan un 18% de IVA, que a la gente no le importa pagar porque quiere estar tranquila. Por eso el problema no es el IVA, el problema es el 12% de matriculación que hay que pagar solo aquí, que provoca que las empresas náuticas y el empleo que generan estén buscando otras islas del Mediterráneo en las que no hay que pagar ese 12%", aclara Pat Bullock, una empresaria estadounidense que convirtió hace 30 años Mallorca en hogar y base de operaciones.

Se pierden 600 millones al año Y por ella pelea, aunque cada vez es más duro. Lo confirma Margarita Dahlberg, presidenta de la Asociación de Empresas Náuticas de Balears, preocupada por la espantada de clientes y turistas de chequera generosa: "El año pasado tuvimos que ir treinta empresas de aquí al salón náutico de Mónaco para tranquilizar a los clientes, porque la matriculación nos está haciendo mucho daño". Y es fácil entender por qué. Para los ingenieros financieros que lavan fortunas plagadas de ceros a través de sociedades pantalla en paraísos fiscales del Caribe no es sencillo digerir un impuesto del 12% que se paga nada más tocar puerto español. Y solo puerto español. Que quien tiene 20 millones para un barco seguro que dispone de 2,4 millones más para pagar la matriculación en España, pero que sea rico no quiere decir que sea tonto. Suele ser al contrario. Y la verdad es que no hace falta ser un águila para darse cuenta de que en el Mediterráneo hay 104 grandes islas y solo en las cuatro baleares se paga un 12% que en un yate de lujo equivale a millones de euros. "No es que sea un impuesto a ricos, es que es un impuesto que solo se paga aquí en todo el Mediterráneo", porfía Dahlberg.

De ahí el pánico en uno de los sectores que más ligan a Mallorca con el turismo de lujo por el que suspiran públicamente políticos, sindicatos y empresarios turísticos. "Se daña un sector que aporta mucho a Mallorca. Cada vez que viene un yate chárter a pasar unas semanas se le obliga a pagar ese 12%. ¿Y qué hacen? Pues no vienen. Eso es gente con dinero que deja de gastar en hoteles de Mallorca, en comercios, en restaurantes... Un estudio de la Cámara de Comercio detalla que por culpa del 12% de matriculación Mallorca pierde 600 millones de euros al año. ¿Nos sobran?", se pregunta Bullock en el perfecto castellano que se ha labrado en tres décadas de vida mallorquina.

Su preocupación es la de quien teme perder el terreno ganado por el sector en años de trabajo, que han vestido a Mallorca con un prestigio que por ahora, dicen, frena la hemorragia de clientes. "La marca Mallorca es fuerte, pero la están matando", remacha Dahlberg. La respalda Hans-Ulrich Heisler, alemán de nacimiento, mallorquín de adopción y dueño de una las empresas que han ligado el lujo de los mejores veleros deportivos a la marca Mallorca: Fine Yacht. "Esto funciona con clientes de todo el mundo, hay muchos españoles, pero también del resto de Europa. Y el dinero se mueve rápido. Si aquí te cobran un 30% por culpa de esa matriculación y en el resto de Europa pagas la mitad, pues te vas a otro puerto", argumenta.

Fortunas que doblan el PIB balear

Y apunta con bala: quien abandona la isla en un barco de 50 metros se lleva consigo una billetera bien llena. Sobran ejemplos recientes. Observen sino tres mastodontes del lujo y los mares que han atracado en los últimos meses en Mallorca. Empiecen por el Limitless, 96 metros y 100 millones de yate que acompañaron a Mallorca a la dueña de Victoria Secret, que pudo coincidir en la isla con otro magnate entre los magnates, Paul Allen, multimillonario propietario de Microsoft. Él y sus 50.000 millones de dólares (cifra que dobla el PIB de Balears) vieron por primera vez la isla desde la cubierta del Octopus, un barco de 125 metros con submarino y helicóptero a bordo. Costó 300 millones, suficientes para pagar tres veces el Palma Arena (incluidas las comisiones), pero pocos más de los que valió el majestuoso Lady Moura, lujo de jeque para una Mallorca que puede presumir de ser el puerto base del mayor megayate del Mediterráneo. Casi nada. "Cuando aparecen esos barcos en otros países los reciben con fiesta y honores. Aquí en cambio nos dedicamos a ponerles trabas", reflexiona Dahlberg, que insiste: no se trata solo de los barcos, sino del cofre del tesoro que acompaña a quien toma el sol en sus cubiertas de lujo. Y lujo son euros. En Mallorca y en Caimán.