VIDEOJUEGOS, TELE DE PLASMA Y FOTOS CONTRA LA SOLEDAD. "Aquí sabemos a lo que estamos". Lo dice el soldado Espina, canario de 30 años que tiene a su hija de once meses y su mujer en las otras islas, a 2.500 kilómetros. Vive en el cuartel, donde comparte habitación con dos chavales. Las horas libres pasan entre videojuegos, deporte y bromas.

"NOS GUSTA, NOS GUSTA". Casi todos quieren ir a Afganistán. Allí hay ya 41 soldados del regimiento mallorquín. En unos meses quizá sean más. A eso aspiran casi todos, chavales que entrenan entre seis y ocho horas cada día por mil euros al mes para estar preparados cuando llegue el día. "Para eso entrenamos. Nos gusta lo que hacemos, nos gusta", cuentan.

LA LIBERACIÓN, A LAS TRES. La jornada empieza a la siete, hora del toque de diana. Y acaba a las tres, cuando los soldados rompen filas para ir a comer. Las tardes quedan libres. Unos estudian, otros hacen deporte y la mitad se van a sus casas. "En el cuartel se está muy bien, hay de todo. Si no te esfuerzas por tener vida fuera no sales de aquí", explica el soldado Cruz.

"ENTRENAMOS DURO PARA ESTAR PREPARADOS. HOY el adiestramiento es sistemáticO". El capitán Frau es el jefe de la segunda compañía, uno de los oficiales clave del regimiento de infantería ligera de Balears. Ha visto evolucionar el Ejército desde el fin de la mili. "Entrenamos duro para estar preparados. Hoy el entrenamiento es sistemático". Hacen tiro de precisión, tiro en acción, recorridos de obstáculos y combate en poblado. Todo a la espera de la misión que les pondrá a prueba.

CRISIS EN EL CUARTEL: se gastan menos balas. Algunas maniobras (en la imagen, un ejercicio de acción en poblado) se hacen con carga de fogueo por seguridad. Otras, por necesidad: la crisis ha reducido el presupuesto para tiros.