El tópico analítico impone decidir si el president ha abordado los asuntos que preocupan realmente a la población, pero el tono monocorde y desvaído de Matas obliga a dilucidar una cuestión previa, ¿le interesaba a él mismo alguno de los puntos de su discurso? No demasiado, se trataba simplemente de ocupar dos horas ininterrumpidas de televisión. La crítica más exacta al sermón corrió a cargo de los obligados a defenderlo a regañadientes. Por ejemplo, los elogios exangües de una agónica Munar serían el mejor punto de partida de defunción de lo acontecido ayer en el Parlament.

Matas fue el consejero delegado de CAIB, S.L., un discípulo aventajado de su amigo Florentino Pérez presentando el balance contable de ACS. La metáfora se propaga a las similitudes entre Balears y el Real Madrid, dos empresas antaño boyantes y cuyo liderazgo se ha desvanecido. El president de la autonomía más constructora invirtió una hora en asfaltar carreteras, para saltar después a los asuntos menores. Son Espases, Calvià -presume de que en su régimen "no hay taifas, ni discursos contradictorios"-, ses Salines o la trifulca de los Pedros han sido sus quebraderos de cabeza en el último ejercicio. No les dedicó ni una línea.

Nadie va a rentabilizar su debilidad oratoria. Dada la fragilidad cristalina de una oposición en desbandada, el debate más nimio la desmantelaría definitivamente. Bien mirado, la izquierda balear es el ajustado refrendo del discurso panglosiano de Matas, en su obsesión por otorgar dimensión histórica a lo trivial. Sólo un político le ha plantado cara, Carlos Delgado. El todavía alcalde de Calvià es el único con derecho a subir hoy al atril y replicar en condiciones al discurso presidencial.

La prueba de tornasol de este entreguismo masivo se registró a las 11,50 de la mañana, en el ecuador del discurso de Matas. En la página 16 de su transcripción figura la frase que, a esa hora, se limitó a masticar sin calibrarla, "la lluita contra la desestacionalització". Después de un cuarto de siglo de infructuoso y carísimo combate contra la estacionalidad turística, por fin un president se atreve a promover lo contrario. Sólo zancadilleando el turismo invernal se producirá una oleada de visitantes en enero.

Antonio Alemany -tan próximo al discurso presidencial- minimizó lógicamente la "lucha contra la desestacionalización", en un análisis compartido en Radio Mallorca, como "un simple lapsus calami". Nadie pretende que Matas vaya a combatir la desestacionalización o, en todo caso, a obtener resultado alguno en esa lucha. Sin embargo, lo curioso es la recepción a su absurda frase. Nadie batió un párpado, no se oyó ni un murmullo de los ajetreados bancos socialistas. Medio centenar de diputados -entre ellos, el que presiona para que Zapatero condecore a caciques-, un contingente similar de periodistas, otro tercio de invitados, y ni un alma se inmuta. Matas podría haber propuesto allí mismo la disolución del Parlament, ante idéntica indiferencia. ¿A quién interesaba pues su discurso? Por lo que a la audiencia respecta, asistimos al debate del estado de la astronomía.

La táctica de Matas consiste en esterilizar deliberadamente el debate por sobredosis. Ninguna redundancia le es ajena, como al presumir de una "enérgica política de racionalización para abordar las grandes cuestiones". De la Sanidad, o de cualquier otra área. O cuando presume de "prevención forestal" (?) O cuando recalca "la unanimidad de todos", frente a la famosa "unanimidad de unos pocos". O cuando se jacta de que "el cambio climático ha sido asumido de forma responsable" -¿se refiere a que los consellers se calzaron las gafas reglamentarias para mirar al eclipse?-. Una tarea ingente a cargo de un "Govern de gestión" -¿los hay de "no gestión", o de "ingestión", aparte de los meramente "indigestos"?-

El president no sólo vende muy bien lo que ha hecho, sino lo que no ha hecho ni tiene intención alguna de hacer -su Via Apia de Inca a Manacor-. Cuando habla de "diálogo con la sociedad", aclara de inmediato que se refiere a sociedades con más de dos hoteles entre sus activos. En este campo habrá "enérgicas acciones de promoción" turística en Moscú, aunque a Matas le ha salido una Mallorca para demasiados mallorquines. En la comunidad que menos crece de España, otra desgracia transitoria.

Cuando saltó al castellano -por primera vez en este tipo de debates-, Matas sintonizó su prosa con la raigambre de ese idioma. Nos inundó de "crisol de razas" y de "adhesiones entusiastas", licencias maximalistas que, en un líder no menos providencial, causarían "honda preocupación" -por acuñar otra expresión que le cuadraría-. Ahora bien, sabemos que bromea, en vísperas de una probable reunión con Maragall. La situación no está para bromas, pero ése es otro cantar. El único alto cargo del Govern que puede echarse a temblar es María Umbert. Su superior inmediato prometió estudiar "qualsevol millora en la gestió" de IB3, lo cual supone su despido.