opinión

España gana en estado de shock

Eurocopa: España vs. Croacia.

Eurocopa: España vs. Croacia. / Reuters

Matías Vallés

Matías Vallés

España apuesta al cinco y pasa, a cuartos. Si usted no ha visto el partido, tampoco vale la pena que nadie se lo cuente. En primer lugar, no lo entendería. En segundo lugar, no lo creería. Se debatió un carrusel de emociones, que demostró que un español nunca agacha la cabeza, ni para inclinar la orgullosa testuz cuando llega una pelota envenenada que acabará de gol en propia meta, ni para someterse al trauma de empezar perdiendo de la manera más humillante. Por que España ganó en estado de shock, creó el fútbol más depurado de la Eurocopa cuando la mayoría de sus jugadores hubieran preferido desistir en la primera mitad.

Empecemos por el principio. España-Croacia es el primer partido de la historia de la Selección en el que hay más jugadores madridistas en el equipo contrario, cero a uno. El choque empezó con un barullo de quince hombres apiñados en un par de metros cuadrados, lejos de las áreas. Y con Laporte transmutado por dos veces en Netzer, en el álbum de quienes tienen la edad suficiente para comparar los lanzamientos respectivos de larga distancia.

Entre las religiones de España y Madrid, gana el país con cierta holgura, pero un España-Real Madrid está mucho más igualado en el corazón de la afición. Por primera vez, la Selección asustaba desde el principio, no rehuía la iniciativa. A pesar de las precauciones. A la que te despistas, un seleccionador solo alinea a medio delantero centro, suponiendo que Morata alcance ese porcentaje. Es el ariete que mejor cae, rodó por el suelo una docena de veces, y en todas ellas plantó la semilla de una oportunidad para sus tropas. Los defensas son como hiedra que crece a su alrededor, pero los miles de chistes y memes sobre el punta caducaron cuando empaló una volea diabólica que no merecía ser atrapada por las redes, debería estar orbitando todavía alrededor de la Tierra.

La Selección no inclusiva de Luis Enrique equivale a un Gobierno en que no hubiera ningún varón. En la portería, Unai Simón era el segundo mejor portero de la Eurocopa en porcentajes, solo mejorado por el inglés Pickford. En plata, el vasco solo penaba el banderillazo de un gol, que además lucía el sello inapelable de Lewandowski. Sin embargo, el guardameta afrontó una retrocesión espirituosa de Pedri con una pereza mayúscula, impropia de un jugador de esa categoría y más adecuada para un adolescente en viaje de estudios. Fue un raptus de irresponsabilidad, una de esas escenas que cancela a una selección.

Y en efecto, España entró en estado de shock. Ya no necesitaba delanteros ni entrenadores, sino psicólogos. Pese a ello, casi delirando, logró tres goles consecutivos que debieron entonar para Croacia el dantesco «Lasciate ogni speranza». Ni por esas, los balcánicos volvieron a empatar al borde del final, pero este segundo zarpazo tampoco doblegó a España. Tal vez usted sepa de dónde sacaron las fuerzas, yo me rindo.

A Eslovaquia puedes marcarle media decena de goles sin que devuelva ni un solo golpe. Croacia te responderá al menos en tres ocasiones, pero se lleva las mismas cinco puñaladas. Ningún partido sirve para predecir el siguiente, salvo en el caso de España. No estábamos preparados para tomarnos en serio a esta selección.

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