El nadador olímpico Enrique Granados Aumacellas falleció el pasado sábado en Bunyola a los 84 años de edad, poniendo fin a una vida extraordinaria y activa hasta los últimos momentos.

Nacido en Cataluña, criado en Madrid y afincado en Mallorca, Granados representó a España en los Olimpiadas de Helsinki en 1952, en las categorías de 400 y 1.500 metros. Fue seleccionado para acudir también a los juegos de Melbourne en 1956, pero Franco excluyó a España de los juegos en un intento de boicot por la presencia de una delegación soviética. Entre sus compañeros para esos juegos estaban Joaquín Blume y Miguel de la Quadra Salcedo.

Granados llevaba la natación en la sangre. Su padre, Enrique Granados Gal, ya fue nadador y participó en las Olimpiadas de 1920 y 1924 con el equipo de waterpolo y fue quien trajo a España el estilo 'crawl'. Su madre, María Aumacellas, también era nadadora y de hecho él bromeaba diciendo que ganó su primera competición incluso antes de nacer gracias a ella, que estaba embarazada cuando ganó la travesía de la Casa de Campo. Esa fue su prima competición: la última competición fue en 2017 cuando a sus 83 años y en compañía de una de sus hijas y de dos nietas participó en la VIII Travesía Cala Gran-Cala d'Or. En 2015 también participó en un maratón por relevos en Menorca.

Esta familia llegó a la natación por un suceso traumático, que forma parte de la historia de la música en España (y también de la historia del deporte). Y es que el abuelo de Enrique Granados Aumacellas era el compositor del mismo nombre, que murió ahogado al ser bombardeado su barco durante la I Guerra Mundial. Ni su mujer ni él sabían nadar y ambos murieron. La familia quedó marcada por el incidente y su hijo, Enrique Granados Gal, abandonó su carrera de marino mercante para convertirse en entrenador de natación; una devoción que transmitió a su hijo, el ahora fallecido Enrique Granados Aumacellas.

Fue presidente de la Federación Balear de Natación y por su trayectoria fue distinguido con numerosos reconocimientos como la Medalla de Plata al Mérito Deportivo; la Placa de Honor de la Federación Española de Natación o el Cornelius Atticus. Tuvo dos hijas y seis nietos y dedicó sus últimos años a estudiar árabe, cuidar su huerto, iniciarse al piano y, por supuesto, seguir nadando.