Puede que a los clubs les interese mucho la Copa del Rey, pero lo disimulan muy bien. Mientras la UEFA se oponga a que los campeones puedan disputar la Champions League y no su ruinosa segunda competición continental, el llamado torneo del KO, seguramente para hacer honor a su verdadero estado, se tomará como un campeonato de suplentes al estilo de los que se jugaron en algunas ligas europeas.

Todos quieren ganar, o eso afirman, pero un mero repaso a las alineaciones que piensan presentar tanto Ziganda como Manzano nos obliga a preguntarnos cómo piensan hacerlo, aunque ninguno de los conjuntos esté para tirar cohetes. Claro que la defensa que el Mallorca exhibe en la Liga es como para despertar el interés por comprobar si alguno de los zagueros menos habituales o, mejor dicho los que no son fijos, hace méritos para entrar en una línea que mantiene abiertas numerosas vías de agua. Osasuna también ha conocido mejores etapas, si bien el Reyno de Navarra, antes llamado El Sadar, siempre ha sido un escenario maldito para el cuadro balear.

El árbitro, argumento obsesivo y disfraz de muchas de las miserias de algunos jugadores mallorquinistas, es aquel del que Schuster afirmó que era catalán, así que lo debe ser. Al entrenador del Madrid no le ha pasado nada por sus alevosas insinuaciones. Es de suponer que, para este partido, el lugar de nacimiento del señor colegiado es lo de menos. El choque es de modestos.