Rafel Nadal opta esta tarde, a partir de las cuatro, a su tercera final consecutiva en Roland Garros, una gesta que en la era Open sólo ha logrado el mítico Bjorn Borg entre 1978 y 80, cuando el sueco ya acumulaba dos títulos en la tierra de París en su palmarés.

Nadal se enfrenta al jugador con mayor proyección del circuito y uno de los pocos que es menor que él. Djokovic cuenta con 20 años, por 21 del mallorquín. Sin embargo, por mucho futuro que tenga Djokovic -Toni Nadal le ve como potencial número uno-, el favorito para pasar a la final es Nadal. Sobran motivos para pensar así. Porque sólo ha perdido un partido sobre tierra en los dos últimos años, porque ha ganado tres veces a su rival de hoy por sólo una derrota y porque es el número dos del mundo. ¿Quién da más?

El tenista de Manacor llega a la cita de hoy en un gran momento de forma. Atrás ha quedado la sensación de agotamiento que dio en el torneo de Hamburgo, a donde se presentó después de disputar, y ganar, de forma consecutiva las finales de Montecarlo, Barcelona y Roma. Acusó el cansancio, tanto físico como mental, y Federer hizo el resto en la final del torneo alemán, cortando la racha de 81 victorias consecutivas del mallorquín.

Pero ahora la historia es diferente. Nadal ha alcanzado la penúltima ronda del torneo sin ceder un sólo set y con casi tres horas menos en pista que su rival. Todos los partidos del jugador de Manacor hasta llegar a la semifinal han sido un paseo militar. No ha tenido rival. El argentino Del Potro, en primera ronda, fue el que más le ha resistido, dos horas y 19 minutos. No por lo bien que lo hiciera el sudamericano, sino porque a Nadal siempre le cuesta aclimatarse en las primeras rondas, incluso en Roland Garros, en la central, su pista talismán. Después fueron cayendo consecutivamente Cipolla, Montañés, Hewitt -el único que le ha forzado una muerte súbita- y el miércoles su amigo Carlos Moyá, que no lo pareció en la pista.

Por su parte, Djokovic ha dado síntomas cuando menos preocupantes. Cedió un set en segunda ronda ante el francés Recouderc, y estuvo al borde de la eliminación en la tercera ante el también francés Olivier Patience, al que superó en cinco agónicos sets después y jugándoselo todo a una carta en la muerte súbita del cuarto. Ante Verdasco y Andreev se recuperó y volvió a demostrar su indudable clase.

A Nadal se le ve más relajado y tranquilo que nunca. Ayer entrenó ante el italiano Thomás Fabbiano con la pista 11 abarrotada. La experiencia es un grado y cuando abandonó la pista rodeado de varios ´gorilas´ firmó cientos de autógrafos como si nada. Después de una reconfortante ducha se dirigió al comedor de jugadores para hablar de fútbol, del Madrid, del Barça, con Sergi Bruguera, al que igualó el miércoles a diecinueve victorias consecutivas en París.

Nadal se sabe fuerte. Sabe, aunque no lo diga, que si juega como lo ha hecho hasta ahora, es prácticamente imbatible, al menos ante cualquier jugador que no sea Federer. Aún no piensa en el suizo. Ahora toca el serbio, al que superó en el Masters Series de Roma por un claro 6/2 y 6/3. Un resultado engañoso, como se encargó de recordar ayer su tío Toni, porque Djokovic dio más guerra de la que reflejó el marcador.

Todo lo que no sea una nueva final entre Federer y Nadal será una sorpresa mayúscula. Están varios peldaños por encima del resto, aunque hoy van a tener dos huesos duros en Davidenko y Djokovic. Los cuatro mejores del circuito.