Equipo de categoría inferior, campo lleno, entrenador ambicioso, terreno de juego en malas condiciones, partido único y lo último que necesita el Mallorca, que es, desde un punto de vista moral, quedar eliminado de la Copa del Rey. Todos los condicionantes que convertirán El Collao en un infierno por el que hay que pasar aunque uno se abrase en él.

Pero no todo está en contra. El ábitro, Undiano Mallenco, es, a priori, una garantía de seriedad, imparcialidad y, en general, escasez de equivocaciones. De otro lado, el previsible once que ha dispuesto a Cúper, pese a ausencias que puedan considerarse relevantes, tiene la suficiente calidad como para imponerse a cualquier equipo que juega dos categorías por debajo, aunque el valor se les suponga tanto a los visitantes como a los locales.

Si tenemos en cuenta la precariedad de la clasificación actual del Mallorca, no es deseable ni llegar a la prórroga. No vamos a exigir que gane y, además, por goleada, pero estaremos de acuerdo en que si una hipotética derrota volvería a elevar el pesimismo del entorno, un esfuerzo excesivo repercutiría en el rendimiento del equipo en Villarreal donde, el domingo, se cuecen tres puntos más importantes que todo el torneo del K.O.

Por supuesto que no va a ser fácil. Este tipo de choques son complicados hasta para el Barça o el Madrid. En su momento, el Novelda y el Toledo, ya dieron con los huesos de los grandes en la lona. Caer no sería un acontecimiento excepcional, pero si un fracaso que habría que evitar tanto deportiva como psicológicamente.

Resultado aparte, vamos a ver una realidad más tangible de algunos jugadores que, como Lampros, podrán ser evaluados desde una perspectiva menos virtual.