Oblicuidad: Carta de un alumno a Fernando Savater

Guardianes contra Savater de lo que aprendimos de Savater.

Guardianes contra Savater de lo que aprendimos de Savater. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

Suscribe esta carta uno de los alumnos más aplicados entre quienes abandonamos los estudios ya concluidos, para matricularnos en la carrera universitaria infinita de la Actualidad. Éramos fanáticos, en el sentido de que nos interesaban más los profesores que las asignaturas impartidas. Esta devoción se debe a que disfrutamos de cuatro catedráticos fundamentales. Citados en desorden: Fernando Savater, Haro Tecglen, Vázquez Montalbán y Francisco Umbral. Claro que había catedráticas, Maruja Torres.

No es descabellado afirmar que Actualidad llegó a ser la facultad más poblada del país. Funcionaba además deslocalizada y a distancia, precursora de la colmena académica actual. Estudiábamos con tanta dedicación que no necesitábamos justificar la asistencia, ni someternos a exámenes. Éramos más exigentes con nuestros profesores que viceversa. El único miembro del claustro que ostentaba una cátedra universitaria pre-McLuhan era Savater.

Soy alumno de Savater, mal que me pese. Ensanchó los horizontes de los cientos de miles de matriculados en su asignatura, antes de dedicarse a instalar controles fronterizos. El hombre que nos regaló a Cioran, una receta para seguir viviendo contra todo pronóstico, ejecutó el salto de la rana de liberador a inquisidor, con el agravante de que su inigualable habilidad dialéctica anda hoy muy desgastada.

La sinceridad del género epistolar me obliga a reconocer que estallo en una carcajada, cada vez que alguien asocia a Savater con Ética para Amador, su único superventas en el extranjero además de una broma puerilizante. En ese momento detectamos que algo no funcionaba en el filósofo sin obra, pero con una audiencia nacional inusitada. Para sus alumnos de entonces, viene definido en el panfletario Contra las patrias. El título ahorra comentarios, sus páginas serían censuradas una a una por la izquierda religiosa actual. Por eso nos gustaba.

Nadie debería aproximarse a sus ídolos, pero tuve la oportunidad de presentar una conferencia de Savater, seguida de una cena mano a mano en el Samantha’s. Se mostró hedonista, hipersensible a la crítica, alérgico a la identificación con posturas progresistas. Una excelente persona que por lo visto no entendía muy bien lo que explicaba, dado que ahora se revuelve contra sus enseñanzas. Debe aceptar cuando menos el desconcierto de su alumnos, guardianes contra Savater de lo que aprendimos de Savater.

Adiós, profesor, he comprado religiosamente su Carne gobernada, ahora solo picado por la curiosidad malsana de cómo se puede incurrir en los peores presupuestos woke desde la oposición a los biempensantes. Hubiéramos encajado que Umbral se enamorara de Ayuso, pero en usted queda forzado y forzoso. Dejemos a otros que lloren por tenistas descarriados, nosotros nos quedamos sin catedrático. Muchas gracias, porque sus alumnos salimos ganando desde hace medio siglo.

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