La cineasta Efthymia Zymvragaki en Mallorca: «La violencia en nuestra cotidianidad nos humilla y hace sentir pequeñas»

La directora griega presenta en MajorDocs el documental ‘Ara la llum cau vertical’, donde entrelaza de forma lírica la historia de un maltratador con sus propios recuerdos

La cineasta Efthymia Zymvragaki, en el Estudi General Lulià

La cineasta Efthymia Zymvragaki, en el Estudi General Lulià / B. Ramon

Raquel Galán

Raquel Galán

Los besos que no se dan tienen consecuencias. Lo refleja bien la cineasta Efthymia Zymvragaki en el lírico documental Ara la llum cau vertical. «Hay algunas cosas esenciales para la vida [...] ¿Es el amor la respuesta o la pregunta? ¿Qué significa entonces el anhelo del amor, cómo nos relacionamos y nos podemos querer bien?», se interroga la directora griega. Está en Mallorca para presentar en el festival MajorDocs su largometraje sobre Ernesto, un maltratador que se pone en contacto con ella debido a que está «dispuesto a exponer la violencia que lleva dentro».

Sin embargo, durante el proceso se cuela su propia historia y ambas se van entrelazando con el fin de «intentar desactivar algo que hace daño, un paisaje emocional que ha sido destruido y abandonado», como muestran las imágenes y los textos de la cineasta. Se proyecta este jueves en las sesiones matinales para colegios y tanto el viernes como el sábado en CineCiutat para el público en general.

La película es «una redención por su parte y por la mía, un acto de amor», dice Zymvragaki, pero es además la conversación que quedó pendiente con su padre antes de fallecer. «Él no era un caso extremo, a diferencia del de Ernesto, aunque hay muchos así. Pese a que las cosas cambian con rapidez, hay aspectos que quedan encarnados en el tejido social y cierta hipocresía para mantener vivas algunas ideas relacionadas con el género», lamenta.

Ernesto, el protagonista de 'Ara la llum cau vertical'

Ernesto, el protagonista del documental / 'Ara la llum cau vertical'

La violencia

En absoluto muestra violencia en su grado máximo, sino que se atisba «en los matices, las huellas, las reminiscencias. La podemos reconocer en eso que aparentemente no es violencia, pero está en nuestra cotidianidad y nos hace sentir humilladas, pequeñas y muchas veces, en cierto modo, nos obliga a enmudecer».

Hasta que «la luz cae vertical y provoca un paisaje casi cegador, una revelación, donde las cosas no se pueden esconder, pese a que es controvertido para esta persona y para la sociedad lidiar con el tema del maltrato. Es una luz dura porque algunas verdades son difíciles de afrontar, y hace caer los patrones establecidos con una verticalidad muy relacionada con lo masculino», compara.

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