Literatura

La premonición de Milan Kundera

Se edita en España “Un Occidente secuestrado”, ensayo de 1983 en el que el escritor, que acaba de cumplir 94 años, advertía de la intimidación de Rusia frente al resto de Europa

El escritor checo-francés Milan Kundera.

El escritor checo-francés Milan Kundera.

Rafa López

Se suele decir que el verdadero valor de las grandes obras solo se percibe con el paso de las décadas. Eso es lo que ocurre con “Un occidente secuestrado”, ensayo escrito en 1983 por Milan Kundera (Brno, Checoslovaquia, 1 de abril de 1929). En él, el escritor exiliado en Francia desde 1975 advertía, de forma premonitoria, de la intimidación de Rusia sobre el resto de Europa, especialmente lo que él llamaba “pequeñas naciones” de Europa central: Polonia, Hungría y Checoslovaquia.

Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia resulta difícil no considerar casi profético este breve –apenas 42 páginas– pero revelador ensayo que se acaba de editar en España. “Un Occidente secuestrado o la tragedia de Europa Central” fue publicado hace ahora 40 años en “Le Débat”. Tusquets lo edita en castellano junto con “La literatura y las pequeñas naciones”, el valiente discurso que Kundera dio en el Congreso de Escritores Checoslovacos en 1967, justo antes de la Primavera de Praga.

La conexión entre ambos textos, separados por 16 años, es obvia. En 1967, el autor de “La broma” comienza afirmando que la nación checa –entonces bajo el yugo soviético–, debido a su historia “no muy feliz y discontinua”, que “ha pasado por la antesala de la muerte”, no sentía su propia existencia como una evidencia. Es una de esas pequeñas naciones de la Europa central que “no tienen otra defensa que el vigor de su cultura, la personalidad y los rasgos inimitables de su aportación”.

En 1983, desde su exilio francés, y cuando esos pequeños países –Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía...– seguían bajo el yugo soviético, abunda en esta idea. “Un Occidente secuestrado” comienza con una poderosa imagen, la del director de la agencia de prensa de Hungría que, en septiembre de 1956, envía por télex un mensaje desesperado ante la ofensiva rusa en Budapest: “Moriremos por Hungría y por Europa”. Para Kundera, esa frase no se podría concebir en Moscú ni en Leningrado, pero sí en Budapest o en Varsovia. Hungría, Polonia y Chequia son naciones de una parte de Europa arraigada en la cristiandad romana. Para ellas, Europa no es un concepto geográfico sino una noción espiritual, sinonimo de “Occidente”.

En Europa occidental se percibía entonces a estas naciones como parte de un monolítico bloque del Este, pero Kundera distingue entre los países vinculados a la antigua Roma y a la Iglesia católica, que mantienen el alfabeto latino, y otra “anclada en Bizancio y en la Iglesia ortodoxa”, cuya seña particular es el alfabeto cirílico. “Bulgaria forma parte, desde sus orígenes, de la civilización del Este, gracias a la religión ortodoxa”, precisa.

Sin dejar de denunciar el comunismo, que “priva a las naciones de su esencia”, advierte de los “sueños imperiales” de Rusia y pone como ejemplo Polonia, que salvo un corto periodo de entreguerras, fue sometida durante dos siglos por Rusia mediante invasiones y un proceso de “rusificación tan paciente como implacable”.

Añade que Europa central ama la diversidad, mientras que Rusia exhibe una histórica tendencia uniformadora y centralizadora que ha transformado “con temible determinación” a todas las naciones de su imperio en un solo pueblo ruso. Se refiere, entre otros países, a Bielorrusia, Armenia, Letonia, Lituania y, por supuesto, Ucrania. Para Kundera, en definitiva, el comunismo es a la vez negación de la historia rusa, porque niega su religiosidad, y su culmen: “Culminación de sus tendencias centralizadoras y de sus sueños imperiales”, subraya.

Sería de gran interés entrevistar ahora mismo a Milan Kundera y que dijera algo así como “os lo dije”, pero es tarea imposible. Como bien saben en su país natal, hace ya mucho tiempo que decidió recluirse y evitar a toda costa los medios de comunicación.

A que su figura se desvanezca en el olvido contribuye también que haya prohibido toda adaptación cinematográfica de sus obras. Probablemente no quedó muy contento con la de “La insoportable levedad del ser”, dirigida en 1987 por Philip Kaufman y protagonizada por Daniel Day-Lewis Juliette Binoche.

El Nobel de Literatura se le ha resistido y tampoco se le ha otorgado el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, al que optó en 2004 junto con Paul Auster, y que finalmente se llevó el escritor italiano Claudio Magris. Hubiera sido un reconocimiento merecido para este brillante novelista e intelectual que tiene como uno de sus grandes referentes literarios a Cervantes y como amigo al dramaturgo español, también radicado en París, Fernando Arrabal.

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