Carles Rebassa (Palma, 1977) acaba de publicar El Caire Formentera, un poemario con el que ganó el Premi de poesia Sant Cugat a la memòria de Gabriel Ferrater y que ha editado Edicions 62. El galardón se suma a otros logrados con anteriores trabajos. El próximo año tiene previsto publicar su segunda novela.
El Cairo, Formentera, ¿qué significan estos lugares?
Es como un topónimo creado a partir de estos dos y es como si todo el libro hablara de un espacio físico que es la experiencia poética en sí misma. Y a partir de aquí van apareciendo otros espacios que es el mundo en el que me muevo últimamente. También hay la idea de acercar Oriente y Occidente en una línea que une mundos que geográficamente están cercanos pero políticamente, más que culturalmente, están muy alejados.
Menciona a algunas personas. ¿Pertenecen a su imaginario o son reales?
Son amigos míos de El Cairo y la conversación que se establece es como una mirada del mundo.
Esos lugares que titulan su obra, ¿son una especie de paraíso?
No sé si lo puedo decir, porque Formentera está estropeadísima de turismo y El Cairo lo está de turismo y de represión política, pero para mí son espacios en los que he vivido de una manera muy intensa, muy desnuda, el hecho de la poesía, entendida como un acto de cambio sobre el mundo.
En algunos poemas se refiere a problemas como la contaminación por microplásticos, a esa degradación de la naturaleza.
Los tour operadores utilizan unas imágenes de Formentera con unas playas paradisíacas, unas aguas de color turquesa, y cuando llegas a la primera playa aparte de haber colillas, porquería, ruido y música, encuentras microplásticos que han pasado a formar parte de la costa. A veces hay plásticos pegados a la roca como si fueran una prótesis, una continuación de la roca misma y esto es un desastre.
Mallorca aparece en el poemario, pero no tanto... ¿Cuál es la relación que tiene con la isla?
Soy de Palma y es una relación íntima, biográfica, tengo parte de la familia allí. No es una cuestión de marginación ni de seleccionar una cosa más buena que otra, simplemente es una experiencia que se manifiesta en estos espacios. Ahora estoy escribiendo algo que pasa en Palma. La vida está llena de espacios y si te mueves un poco, todo es material sensible.
Este libro se publica gracias a que ha ganado un premio, y no es el primero.
Un premio literario es como ganar una oposición, se abre un concurso en torno a un libro. Y hoy día la publicación de poesía tiene ciertas dificultades porque naturalmente la poesía tiene ciertas dificultades. Pensé que este premio tenía posibilidades y tuve suerte.
Tiene pendiente de publicar una segunda novela, ¿se siente más poeta o narrador?
Diría que poeta, pienso que la acción poética la puedes hacer de muchas maneras y en este país tenemos ejemplos como Joan Brossa. Cuando haces una novela, simplemente la técnica es diferente, pero sigue siendo escritura y no dejas de tener los mismos condicionantes culturales y corporales que cuando haces un poema.
Supongo que le habrá emocionado que se hayan identificado los restos de Aurora Picornell.
Aurora Picornell era un símbolo antifascista, pero también un símbolo del fascismo. Encontrar estos restos tiene mucha importancia porque sitúa en la historia unos hechos y nos hace tocar con los pies en la tierra y ver que allí hay un cadáver, que no es solo un símbolo que hemos tenido siempre. Por otro lado, también pienso que hay reacciones excesivamente clorofórmicas. Por ejemplo, un tuit de Francina Armengol, que decía que podemos decir que hoy día estamos en una democracia. Y creo que no estamos en una democracia plena porque hayamos encontrado unos restos de una asesinada por el fascismo, cuando realmente hay buena parte de los herederos de este régimen que siguen campando y gobernando. Siempre hay un espacio de contradicción ante estas cosas y también de justicia.
