Desde En compañía de lobos hasta Byzantium pasando por la inexcusable Entrevista con el vampiro, aprendimos de Neil Jordan que el terror es una experiencia burguesa. Asistimos a sus estrenos con la premonición y trepidación del susto que nos propinará, aunque debamos aguardar a la escena final como en Juego de lágrimas. Comprobamos hoy que el director tiene rostro propio, pese a que se nos aparece con los ojos alicaídos de su actor fetiche, Stephen Rea. Y para neutralizar miedos, elegimos El fin del romance, un acertado Graham Greene.
CATÁLISIS