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Crítica de Música | Orquestra Simfònica de Balears

Virtuosismo y ritmo

No hay duda de que el Segundo Concierto para piano de Rachmaninov es una de las grandes obras en su género. Y que para tocarlo es necesario tener dos cosas: una muy buena técnica y una musicalidad exquisita. El pianista de Uzbekistán Behzod Abduraimov posee en buena medida las dos características. La primera en grado sumo, pues de no ser así no hubiera ofrecido, de la manera que lo hizo, un plus como La Campanella de Liszt, una de las obras más difíciles del repertorio según comentó Francisco Cañellas, en el intermedio del concierto que comentamos. Esa Campanella dejó sin respiro al numeroso público que aplaudió la versión, tocada muy bien a una velocidad de vértigo. Así que, técnica, nuestro pianista la tiene y mucha. Por lo que a musicalidad se refiere, Abduraimov tuvo sus más y sus menos, pues pasó de un primer movimiento algo confuso, sin apenas matices, a los dos últimos, esos sí, llenos de encanto. Así que ese segundo de Rachmaninov terminó mucho mejor de lo que había empezado, dejando buen sabor de boca.

La Simfònica, por su parte, cumplió con su papel coprotagonista en el concierto, pues no acompañó solamente sino que participó al mismo nivel que el solista. Pero donde estuvo realmente magnífica fue en la segunda parte, cuando mostró dos obras del repertorio sudamericano que fueron, para muchos, una novedad: Amazonas de Heitor Villa-lobos y Estancia de Alberto Ginastera, dos descubrimientos llenos de ritmo y encanto, tocados con mucho efecto, alternando los momentos sutiles con los otros más cercanos al mambo. Interesante esa segunda parte. Gracias por darnos a conocer obras del repertorio menos habitual.

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