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Sant Jordi en Mallorca: Tregua para que los libros vuelen

La lluvia cesó a media mañana para dar paso al viento en una exitosa jornada gracias a la resistencia de los libreros y las ganas de lectura de los paseantes

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Sant Jordi en Palma revive tras la lluvia Guillem Bosch

Había que proteger el tesoro contra viento y marea. Se puede dañar de muchas maneras, sobre todo con la indiferencia hacia la lectura, aunque ayer el principal enemigo en Mallorca fue la lluvia que empezó a caer a primera hora de la mañana. Los guardianes custodiaron el valioso y delicado material con plásticos, carpas y cajas apoyadas en palés y bajo las mesas para que no se estropease mientras se debatían entre seguir aguardando a que amainase el temporal o recoger los bártulos sin celebrar su día. Finalmente, los libreros resistieron y el tiempo les dio la tregua necesaria para que ese tesoro denominado libro acabase formando parte del botín que se llevaron los paseantes en el Sant Jordi de Ciutat.

Cuando aún caía chirimiri y los puestos de libros estaban siendo montados a cuentagotas, muchos palmesanos salieron con ganas de ver los ejemplares en la calle. Las paradetes que triunfaron esas horas de cielo encapotado fueron las cubiertas con una carpa o un plástico grueso y transparente que permitiese leer los títulos con claridad. En una de ellas estaban, paraguas en mano, Mar Ramis y Javier López, debido a que tienen «debilidad por las librerías». En absoluto les importó la lluvia, ya que querían «celebrar este día de libros, cultura, conocimiento y ocio», en palabras de él. Ella tenía «la idea de comprar un libro, pero luego siempre caen dos o tres», dijo mientras observaba los que había en la mesa de Via Roma, donde estaba La Salina.

Las floristerías de la cercana Rambla se sumaron a la jornada festiva con un incremento en las ventas de rosas rojas, entre ellas Paquita Flores, que reservó 200 para la ocasión adornadas con la quatribarrada. Y en este paseo también se instaló la agrupación de escoltes de Son Sardina con un puesto de galletas «para recaudar dinero y poder hacer un viaje de verano», tal como explicaban a quienes se acercaban pensando que se ofertaban libros. Era una buena ocasión para la iniciativa del grupo de adolescentes, ya que además de alimentar la mente, el estómago también reclamaba su parte, y si era dulce, mejor.

Siguiendo el recorrido por la parte alta de la ciudad, el ingenio para tratar de vender ejemplares sorprendió a los que a primera hora buscaban algo de literatura infantil en la librería Curolletes, ubicada entre Oms y Sant Miquel. Como llovía, montaron el puesto callejero en la furgoneta donde transportaron todo el material. Pusieron a la vista los libros que cabían en la parte trasera, que hizo las veces de mostrador, la puerta abierta hacia arriba sirvió de techo para los curiosos que se acercaban y en el interior había incluso un letrero de madera del establecimiento, por lo que no les faltaba nada, excepto estantes. De todos modos, cuando el tiempo mejoró empezaron a desplegar las mesas en la calle, debido a que los 12 metros asignados por el Ayuntamiento a cada una de las 30 librerías participantes eran mucho más prácticos.

«Las ganas de libros y la pena de los lectores de que el día haya comenzado así ha animado a que vengan pese a la lluvia», afirmaba Lucia Pietrelli desde el puesto de Drac Màgic en la plaza Major, uno de los primeros que se atrevieron a instalarse de los que ocuparon el centro neurálgico de paradetes del Día del Libro. A mediodía y durante la tarde la afluencia fue masiva porque muchos querían «volver a la tradición de la lectura tras la saturación de estar todo el día delante de las pantallas», en palabras de Ismael Afkir.

En estos dos años de pandemia también ha habido numerosas personas que se han animado a escribir y publicar, por lo que la producción literaria ha crecido, un hecho que quedó reflejado ayer en la cantidad de autores que firmaron ejemplares. Varios de ellos fueron los periodistas de la obra coral Prova de foc, que por la mañana promocionaban su libro en el puesto de Literanta y, como se encontraba en la plaza de Cort, compartieron protagonismo con una de las bodas que se celebran los sábados en el interior de la Casa Consistorial.

El habitual paseo de Sant Jordi de las autoridades políticas fue pospuesto a la tarde debido a las lluvias de la mañana, aunque el conseller de Cultura del Govern, Miquel Company, se adelantó a la comitiva oficial y al mediodía se compró el libro Reis del món, el penúltimo de quien ayer triunfó con Ràbia, Sebastià Alzamora. También paseó por la mañana la consellera del ramo en el Consell, Bel Busquets, porque por la tarde tenía una cita con el Correllengua.

Tándem teatro y libros

Quienes gastaban 20 euros o más en alguno de los puestos recibían un punto de libro que servía para obtener descuentos en el Teatre Principal. Este tándem entre las artes escénicas y las literarias se repitió en los pueblos de la isla que celebraron Sant Jordi con cuentacuentos en las bibliotecas municipales, ya que el tiempo no acompañaba para realizarlos en el exterior, como por ejemplo en Esporles y Alcúdia. De un modo u otro, los aficionados a la lectura disfrutaron de un día que incluso deparó alguna sorpresa, de esas que solo se hallan en la ficción o en los sueños, como el singular barco de vela latina que apareció varado en la plaza del Olivar.

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