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Entrevista: Rodolfo Zagert - Arquitecto y pintor.

Rodolfo Zagert, un premio Ciutat de Palma al otro lado del Atlántico: «Mallorca me mimó muchísimo»

«Cuando restauré Can Sastre, tuve muchas discusiones sobre la fachada, ya que decían que no había que dejar el rastro de épocas anteriores. El galardón fue muy sorpresivo»

Rodolfo Zagert, un premio Ciutat de Palma al otro lado del Atlántico: «Mallorca me mimó muchísimo»

Rodolfo Zagert, un premio Ciutat de Palma al otro lado del Atlántico: «Mallorca me mimó muchísimo» FLAVIA MERTEHIKIAN

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Rodolfo Zagert, un premio Ciutat de Palma al otro lado del Atlántico: «Mallorca me mimó muchísimo» Flavia Mertehikian

Rodolfo Schmidt Zagert tenía su estudio de arquitectura en Mallorca cuando en 1999 recibió el Premi Ciutat de Palma por la restauración de Can Sastre (Can Armadams), en la calle Estudi General número 4, al recuperar su herencia árabe, gótica y renacentista. El argentino nacido en Misiones, a punto de cumplir 72 años, rememora en su país aquellos años en los que cambió su residencia en Bremen (Alemania) por un casco antiguo del que continúa «enamorado». Dedicado solo al arte pictórico en la actualidad, desde su casa-atelier en Cariló, en medio del bosque y junto al mar atlántico, cuenta que fue en una playa de Mallorca donde decidió dejar su profesión por los pinceles. Hoy sus pinturas se venden en galerías de Roma, Berlín, Zurich y Buenos Aires. Siempre con ganas de regresar, se confiesa «infinitamente agradecido» con los mallorquines por todos los «mimos» que recibió.

¿Cómo puede vivir un Ciutat de Palma tan lejos de Palma?

Por circunstancias de la vida. Viví 15 años en la isla y fue una etapa maravillosa, donde hice amigos entrañables, pero por razones familiares con mi mujer Sandra decidimos ir y venir a Argentina, o sea vivir medio año en cada sitio. Así lo hicimos de 2003 a 2006 y al final nos empezamos a quedar más acá que allí, un poco por comodidad y porque viajar se volvió cada vez más complicado. El regreso fue gradual, casi sin intención, sin quemar naves, se fue dando así.

¿Cuándo llegó a la isla?

La primera vez fue en 1974, de vacaciones en Cala Ratjada. Era como estar en el lejano oeste, entrabas al bar de un pueblo y todos se callaban y te miraban. Las mujeres iban de negro por algún luto. Me llevé una impresión un poco triste, en plena época de Franco. En ese tiempo vivía en Bremen, donde trabajaba como arquitecto y tenía un cliente con casa en Petra que me insistía en que yo tenía que ir a vivir allí, que era mi lugar en el mundo. Sin embargo, después de mi primera experiencia en la isla, siempre le daba excusas, por no decirle que no. Años después volví a España de vacaciones y fuimos con mi mujer a Mallorca por cuatro días para visitar a este cliente y rechazar su invitación a quedarnos definitivamente. Entonces alquilamos un auto para ir a conocer Palma y me enamoré. En ese momento era una ciudad tan bonita, tan decadente de alguna manera, pero tan auténtica, que dije: es acá. Eso fue un mes de septiembre y tres meses después nos mudamos. En ese tiempo a nadie le interesaba el casco antiguo. Cuando compramos la casa en Estudi General, nos decían que estábamos locos, pero yo estaba muy feliz.

¿Cómo recuerda la experiencia de haber recibido el premio Ciutat de Palma?

Había restaurado ese edificio que era mi casa y Sandra me convenció de que me presentara al concurso. Lo hice sin creer que me lo iban a dar, porque era extranjero y porque había tenido muchas discusiones sobre la fachada, ya que decían que no había que dejar el rastro de épocas anteriores. Fue muy sorpresivo. Me acuerdo que estaba en un supermercado donde me encontré con un arquitecto que era del jurado y me adelantó que salí elegido. Yo no lo podía creer. En ese sentido, siempre fui muy mimado. A mí Mallorca me mimó muchísimo en todo, siempre me trató de una manera maravillosa. Después de eso recibí otro mimo enorme, que fue la muestra individual de mis pinturas en el Museu de Mallorca, que es toda una institución, algo muy difícil de lograr. La exposición estuvo dos meses en 2002, invitado por su director Guillem Roselló Bordoy. Una experiencia increíble. Estoy tan agradecido a Mallorca y a los mallorquines... Fue una etapa preciosa de mi vida.

¿Dice que fue en Mallorca donde decidió cambiar la arquitectura por la pintura?

Así es. En esa época estaba en plena expansión, me iba muy bien como arquitecto, realmente. Pero a su vez pintaba y me buscaba cada mes unos cinco o seis días seguidos para poder dedicarme a una obra; era muy estresante combinar las dos profesiones. En ese momento tenía que aumentar el personal e incluso cambiar de oficina porque ya se quedaba pequeña. Tenía que decidirme, así que un día me fui solo a la playa para meditar. Fue en Portals Nous donde comencé a apuntar sobre un papel todos los pros y contras. Y así llegué a la conclusión de que podía dedicarme exclusivamente a la pintura. Creo que en ningún otro lugar del mundo hubiera sido capaz de dar ese paso.

¿Algún referente artístico de la isla que lo haya marcado?

Admiro mucho a Miquel Barceló, por su disciplina, su carácter, que nunca se vendió. En mi opinión es el mayor artista de España. De Argentina, me quedo con Carlos Alonso, pero no existe ese rigor que tienen los artistas españoles, por eso son tan fuertes, tan famosos y tan reconocidos mundialmente.

¿Si tuviera que explicar su pintura?

En realidad es muy ecléctica, porque tiene distintas vertientes. Me gusta investigar muchísimo. Cada cuadro que hago es un experimento de alguna manera, incluso con materiales. Me tengo que divertir cuando pinto, me gusta ver la reacción de la materia. Hago abstracto, figurativo, dibujo, aunque no la puedo definir, ni es mi intención darle un marco a mi pintura, pinto lo que se me ocurre en el momento y de eso se trata. Quizás tiendo más a lo abstracto porque es más libre, más variable incluso. Cada vez que lo miro veo cosas muy distintas, mientras que lo figurativo está bastante definido y no te deja hacer demasiadas cosas locas.

¿Tiene preferencia por algún color en especial?

No. Lo que siempre pienso es que me faltan colores, hay muchos más que no distinguimos. La visión y el cerebro humano está condicionado a estos colores básicos. Me gustaría tener el poder de las abejas y otros insectos que pueden ver millones de colores, mientras que nosotros vemos solo cinco.

¿Con qué técnicas se siente mas cómodo?

Uso mucho el acrílico, porque si bien seca demasiado rápido, es bueno que eso pase. Me acostumbré, los colores ya no tienen nada que envidiarle al óleo, es más fácil, más limpio.

El arquitecto y pintor argentino Rodolfo Schmidt Zagert en su casa-atelier en Cariló, en la provincia de Buenos Aires. Flavia Mertehikian

¿En qué trabaja actualmente?

Acabo de presentar una muestra en Cariló Arte Contemporáneo. Ahora estoy preparando obra para la feria MAPA, en Buenos Aires, y a la vez trabajo para una muestra muy grande en la ciudad de Córdoba (Argentina) con el tema Evita, que es todo un icono y me permite experimentar con distintas técnicas.

Volviendo a la isla, ¿si pudiera definirla con un color?

El azul, sin duda. Es el color del Mediterráneo. Ese azul infinito que te rodea constantemente, en cada rincón siempre ves un retazo de ese mar.

¿Se echa de menos Mallorca?

Extraño la Mallorca que conocí cuando llegué en el año 1991. Era todavía un lugar muy auténtico, muy pastoril. Existía ya el boom turístico en la costa, obviamente. Pero el interior, incluso Palma, todavía mantenía las condiciones, costumbres y la cuestión social de hace más de 100 años y a mí eso me fascinó. No existían las autopistas, ibas por las carreteras y tenías que frenar porque de repente pasaba el pastor con las ovejitas. Lo que después se desarrolló, y que de alguna manera soy responsable, no me excluyo, es que comenzó a ser una cuestión muy invasora el tema de extranjeros y de turistas. Todo cambió mucho y de un modo muy vertiginoso.

¿Piensa en volver a la isla?

Tendría que viajar muy pronto porque tengo mucha obra allá que estaba en una galería del Port d’Andratx que cerró. Me conviene ir para resolver personalmente ese tema, pero justo me agarró en la pandemia. Y, sobre todo, me encantaría ir y quedarme durante varios meses pintando allá.

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