Ni costosas cámaras, ni focos, ni actores, ni atrezzo, ni figuración, ni vestuario, ni un nutrido equipo de rodaje. Dos mallorquines han demostrado que con solo una cámara sumergible y, claro está, el fondo marino de Mallorca como privilegiado plató, es posible hacer un videoclip hipnótico, elegante, muy original y de una belleza cautivadora. Se trata del vídeo de ‘Estampa’, el último lanzamiento del cantautor palmesano Lalo Garau, realizado por Gabriel Morell (www. gmorell.com) y rodado a pulmón en aguas de Banyalbufar este verano, con el fondo marino como única localización, el propio Lalo como único actor y una guitarra como único atrezzo. 

“La canción habla de la música, de tomar la decisión de sumergirte en aquello que te apasiona, con la soledad y al mismo tiempo la belleza que ello conlleva”, explica Lalo Garau. “El cliché hubiera sido hacer un videoclip en blanco y negro, en el estudio de grabación o en el local de ensayo, rodeado de instrumentos, con una botella de whisky y el ambiente cargado de humo. Definitivamente, quería huir de eso, pero no sabía qué hacer en su lugar”, explica. 

“Hasta que un día quedé con mi primo Gabriel para darnos un baño en el mar, se trajo la cámara submarina y empezó a grabar. Cuando me lo enseñó, supe que había dado con la clave. El mar, con su belleza, su soledad y su peligro insondables, era la alegoría perfecta para la canción. Le propuse la idea del videoclip, enseguida aceptó y lo rodamos en una sola mañana”, relata.

El resultado es un vídeo minimalista que utiliza a favor de la canción la abrumadora y fría belleza de las aguas mallorquinas. “Es fascinante el comportamiento de la luz dentro del agua”, señala Morell, quien actualmente vive en China. “Como experto audiovisual presto mucha atención a las fuentes de luz, sus naturalezas, tonos, ángulos, refracciones y reflexiones. Debajo del agua, las superficies brillantes son más brillantes. Ello genera mayor diferencia entre luces y sombras, lo que resulta en mayor contraste, lo cual es hermoso. Los tonos amarillos, rojizos y anaranjados desaparecen a medida que descendemos. La cámara resulta especialmente sensible a esa ‘desaparición de color’ y, por supuesto, ello supone un reto a la hora de editar las imágenes. Pero el ojo humano se adapta un poco más, y ello resulta en una paleta de colores que van desde azul y verde turquesa hasta brillantes dorados y plateados, y cuando vemos algo rojo, naranja, amarillo morado, suele ser un color intenso. El espectáculo es hipnótico”, concluye.