Viajero de una curiosidad insaciable, fascinado por los monasterios –aunque sean una habitación de hotel donde poder escribir, leer o pensar–; hombre de paciencia grata e interés lingüístico; oyente activo de las historias de todos aquellos con los que se ha cruzado; escritor de narrativa delicada, minuciosa, de mirada ancha frente un mundo, y una Europa, en constante cambio y con una capacidad envidiable de saber aquello que está en el aire, que no está dicho, conocedor de lo que está latente. El holandés Cees Nooteboom es un escritor del mundo y un hombre humanista que ayer reivindicó, en su discurso de agradecimiento por haberle sido otorgado el Premio Formentor 2020, la literatura como crecimiento, aprendizaje, dominio del lenguaje y espera: “Yo vi, leí, esperé y escribí”. 

El holandés no pudo estar ayer presente en la ceremonia de entrega del premio por las restricciones que hay en varios países europeos a consecuencia del coronavirus. Es por eso que se grabó en vídeo pronunciando su declaración, en la que habló de su amor por Menorca, lugar que considera su casa. Así, “recibir un premio en Mallorca es también recibir un premio en casa”, apuntó el laureado. 

Simón Pedro Barceló, Marta Buadas y Basilio Baltasar. C. Cladera

El escritor repasó su biografía, marcada por la muerte de su padre en 1944 en un bombardeo durante la II Guerra Mundial o su estancia en un seminario de franciscanos, y después, una vez expulsado de ahí, en uno de la orden de Agustinos. 

Publicó pronto su primera novela de ficción, a los veintiún años, Philip y los otros. Nueve años después, en el 63, publicó El caballero ha muerto, una novela más experimental, por la que recibió tantas críticas como elogios. A su parecer, tal y como dijo ayer en su discurso, esa novela fue “el fracaso más importante” de su obra. En ese momento decidió apostar por la espera, y por el vivir. Nutrirse de las historias de sus colegas de viaje, escuchar, contemplar paisajes distintos. Empezó en ese momento a cultivar más el género del ensayo y la crónica de viajes. Diecisiete años después escribió Rituales; después de haber vivido. Para Nooteboom ha sido indispensable vivir el mundo, leerlo, para poder escribir: “Después de diecisiete años de silencio, cuando apareció Rituales, el libro que yo había esperado todo ese tiempo. ¿Acaso fui consciente de que lo esperaba? No, yo sabía que debía esperar, pero no sabía qué, a no ser que, sin saberlo, hubiera estado esperando el instante de la ficción. Y solo después de esto aparecieron mis otros libros. ¿Qué había sucedido entretanto? Había vivido y había viajado”, entonó. 

Dijo también que quizás lo primero que escribió no fueron palabras. Recordó cuando trabajaba en un banco y, durante algunos encargos, cogía su bicicleta y se dirigía hacia un bosque donde había un arroyo: “¿Para qué? Para pensar, y a veces pienso que mi escritura comenzó en aquel lugar, sin poner una palabra sobre el papel. Me sentaba allí y pensaba, una forma de absentismo y de clandestinidad que ahora sé que es parte integral de la escritura”, reconoció anoche el premiado.

 Durante el acto de anoche, Basilio Baltasar, editor, periodista y presidente de la Fundación Formentor, leyó el acta del jurado –formado por Baltasar, Alexis Grohmann, José Enrique Luis Domènec, Judith Thurman y Alberto Manguel– y mostró el galardón, junto a los patrocinadores Marta Buadas y Simón Pedro Barceló, cuyo diseño se ha renovado para celebrar el décimo aniversario de la recuperación de estos premios: una medalla -con el nombre del ganador y la fecha de ayer- que representa el sello original de cuando se celebraban los premios en los años sesenta.