Kiko Veneno (Figueres, 1952) está en un grupo de artistas, no muy numeroso, que habla sin tapujos. Ejecuta el ejercicio simple y natural de decir lo que piensa. El músico, un icono de la escena española, sigue componiendo y teniendo nítidamente claro el lugar que quiere ocupar en la actual sociedad.

P El domingo, a las 22 horas, actúa en el Mallorca Live Festival

R En el concierto estoy solo junto a un guitarrista, Diego Pozo. Vamos a dos guitarras y dos voces. Será un formato más íntimo condicionado por la situación actual. No os penséis que iremos a tocar canciones del último disco [ Sombrero roto (2019)] con toda una banda.

P En este álbum, con un libro ilustrativo, ha incorporado un sonido de corte electrónico.

R Intento utilizar instrumentos y herramientas para dar una tonalidad contemporánea. También juego un poco con el uso de las nuevas tecnologías, que creo que pueden ser positivas si se unen a los procedimientos antiguos y, con respeto y cariño, pueden ser interesantes. Tengo que decir, de todas maneras, que hice techno ya en el año 1982. Canciones como Algo tuyo o El deportista por la ventana eran techno de aquella época.

P Dedica un espacio considerable al miedo en este disco. ¿Por qué?

R El miedo es el motor de la sociedad. Es lo más rentable para que la gente no piense, para que se haga más egoísta, para que la gente se vuelva individualista y para que escojan la desunión, que es lo que le interesa al sistema actual.

P Entiendo que es una forma de control del poder.

R Si desmenuzamos el sistema, se basa en el castigo y la imposición. El miedo es también la publicidad y la propaganda. Y lo que ignoramos, por definición, es lo que más miedo nos da. Es un arma potentísima.

P Un día le oí decir: "La revolución en la música siempre la han hecho los chavales de clase obrera". ¿Eso ha cambiado?

R Totalmente. Ahora hay tanta sobreproducción que la música en sí ya no tiene valor. Está en un sistema que no se entiende económicamente ni se sostiene. Es que producimos veinte veces más las cosas de lo que necesitamos. Por ejemplo, ahora en el confinamiento me he dado cuenta que tengo cepillos de dientes por lo menos para los próximos treinta años. Un proyecto musical si no lo enmarcas en una campaña de turismo está vacío. No significa nada. La música ya no es aquello que tú amabas escuchar y deleitar con ello. Todo el contenido cultural que tiene la música ha pasado a ser un producto de uso para la publicidad.

P ¿Considera, entonces, que la mayoría de la música es un engranaje más de los negocios del capitalismo?

R El capitalismo no entiende de personas. La gente no se atreve a decirlo, pero el capitalismo hoy es estatal. Coloniza los estados siendo monopolios estatales. Y la música es un sector productivo como otro cualquiera. Seguramente ya hay más canciones que personas en el mundo. Es un sistema absurdo. A mí me encanta que la gente cante, pero pierde su función social la música que nadie va a escuchar. Lo que ha pasado es que el mercado está tan inundado que tanta música hace que la propia música ya no tenga valor.

P ¿Cree que las nuevas generaciones tienen menos prejuicios con los géneros musicales? Antes, si uno era rockero no tenía nada que ver con un rapero.

R Eso es un aspecto positivo. Hay menos prejuicios, pero también la parte negativa es que tienen menos información. Y la culpa no la tienen ellos, es que les han enseñado para la ignorancia. Para poder aportar se tiene que conocer la tradición.

P Se avecina una crisis debido a la pandemia. ¿Piensa que la más perjudicada será la gente trabajadora?

R Por supuesto. El sistema actual aprovechará este caos donde los trabajadores no se quieren reconocer como trabajadores, en el que no están sindicados, en el que muchos se sienten cómodos siendo falsos autónomos autoexplotados. Esto hace que la concentración de dinero sea más fuerte. La brecha social aumenta y no hay contestación social. Pienso, igualmente, que con la pandemia si la situación es más grave la gente, por fin, se dé cuenta que se está cada vez peor.

P Sacará un nuevo disco que seguramente se llamará Hambre, y que es una especie de continuación de HambreSombrero roto

R Empecé a grabar unas canciones que me habían quedado fuera del disco Sombrero roto, ya que cuando hice este último trabajo no las tenía maduras. He ido mejorándolas hasta que les he cogido el punto. Entonces, empecé a grabarlas, vino la pandemia y el confinamiento. Paré hasta que pude volver a seguir grabando y ya empecé a hacer canciones nuevas sobre la situación actual. La motivación del disco fue no dejarlo de lado porque, de pronto, tenía la mente fresca como quería que fueran las canciones. Si no me ponía se me hubieran olvidado las referencias, y no lo hubiera hecho.

P La canción Hay gente, que estará en el nuevo trabajo, es un homenaje al personal sanitario por su labor frente al Hay gentecoronavirus

R No, no. Todo lo contrario. Mira en Madrid lo que se ha hecho, encargando los rastreos del coronavirus a empresas que son privadas. Una cosa está clara, y es que los capitalistas van a ceder en cosas si la gente les presiona organizándose. De ellos no va a salir favorecer a la sanidad pública.

P No hace falta decirle que es complicado encontrar a gente que diga realmente lo que piensa.

R Te diré una cosa, si la gente no dice lo que piensa es porque ve peligrar su trabajo al manifestar su opinión. Todo el mundo quiere la verdad, lo que pasa es que la cosa cambia cuando te dejan sin trabajo.