Marruecos ha dejado una huella imborrable en Taifa, el grupo que Luis MassotLuis Massot (Palma, 1966) formó en 1997 y que bebe de las fuentes del rock andaluz, el flamenco y la música andalusí, un cóctel que triunfa en Marrakech, Tetuán y Tánger, entre otras ciudades del Magreb. Fruto de sus giras por el país vecino, el líder de Taifa publica Marock, "una visión real y sincera de unas aventuras que forman parte de nuestras vidas, donde cuento desde los detalles de cómo preparar un té a la menta hasta la batalla campal en que se conviertió el primer festival de metal de Marrakesh", donde actuaron como cabeza de cartel.

El volumen, del que se puede adquirir un ejemplar a través de reinodetaifa@gmail.com, se presentará en la sede del Instituto Cervantes de Tetuán, en una fecha por determinar. También está previsto su lanzamiento en Marruecos. "En el norte, debido al protectorado, sigue habiendo un gran número de hispanoparlantes y eso facilita las cosas", apunta Massot.

Taifa descubrió Marruecos hace años, gracias a la invitación de un fan anónimo. Una oportunidad que no desaprovecharon y que les permitó descubrir "la otra cara de Marruecos, alejada de los circuitos turísticos o las disecciones antropológicas. Un lugar en el cual nuestra música fue recibida con los brazos abiertos y pudo evolucionar bebiendo de otras músicas autóctonas. Y lo más importante, la sincera amistad de muchos de sus músicos, que no escatimaron en compartir su cultura y conocimientos con nosotros, haciéndonos sentir uno más entre ellos".

La Orquesta andalusí Abnae wa banat Ziryab de Tánger, con Luis Massot arriba a la derecha.

"Como banda -añade-, el poder tocar con músicos de ese país, que colaboren en nuestros discos, y la oportunidad de entrar en ámbitos normalmente vedados, ha abierto nuestra mente y ampliado nuestra fusión como no hubiera sido posible de otra manera. Tener la oportunidad de tocar música modal con instrumentos étnicos en su lugar de origen, trabajando con esquemas musicales alejados de los occidentales, no tiene precio".

Conocer a sus gentes, sus costumbres, codearse con ellas, permite a Massot subrayar los aspectos positivos del pueblo marroquí: "Su proximidad, todavía guardan ese trato cercano que tan rápidamente estamos perdiendo en occidente. Su aprecio por su riqueza cultural, su música, su arte y sus tradiciones. El poder sentarse a tomar un té sin que el tiempo te persiga". Y también apuntar los negativos, entre ellos, "una economía precaria para un amplio sector de la población. Las falta de oportunidades para muchos artistas, lo que lleva a gente talentosa a la desidia. Y el hecho de que en nombre del progreso se pongan en peligro tradiciones ancestrales para dejar paso a la globalización, como le está pasando a otras culturas".

El "sumo respeto" que ha tenido Taifa en Marruecos les ha permitido poder cruzar "muchas puertas" en un país cuyos músicos han sufrido el azote de las autoridades. "En Casablanca, hace unos años, hubo persecución de los grupos de metal acusándolos de satanismo, pero se solventó declarándolos inocentes y ahora incluso existen festivales, recuerda.

Las giras de Taifa por Marruecos se han realizado sin hoteles de lujo, buses privados, discográficas y managers detrás. "Viajar en la camioneta de la basura, taxis para siete personas y hoteles de mala muerte, no hicieron más que obligarnos sentir la realidad del lugar y del momento. Gracias a ello hemos podido mezclarnos con su gente y no ser unos simples turistas".