Hay vida para los libros que deja en su hogar una persona fallecida, para las obras que no caben en las estanterías de una casa y para aquellos títulos que han dejado de ser útiles a sus propietarios. Coleccionar libros es algo común entre los lectores y lectoras, tiene algo de sagrado. No obstante, en un momento concreto, siempre llega la misma pregunta: qué hacer con los libros que ya no caben en casa. Es posible que, en plena crisis del coronavirus, reordenar las bibliotecas particulares sea una opción para amenizar estos días.

Un vecino de Es Molinar se adelantó al virus e hizo limpieza durante el fin de semana pasado. El lunes, la periodista Marisa Candia paseaba por el barrio cuando se encontró, enfrente de una vivienda en primera línea del mar, una pila de libros con un cartel que ponía: "gratis". "Soy una loca de los libros, y vi una colección completa de once tomos sobre la historia del cine, cuenta Candia, que compartió la anécdota en su cuenta de Twitter. "Lo conté en las redes sociales porque me parece una buena manera de reciclar y reutilizar los libros. Aunque uno ya no los quiera, otras personas podríamos estar interesadas", dice, y así fue, porque "el martes volví a pasar y ya no quedaba nada". Lo único malo de esto es, asegura la periodista, "no poder dar las gracias a quien dejó allí los volúmenes".

Para los que no vean claro lo de dejar los libros en la calle, hay una manera, más institucional, de regalar otra vida a los libros que uno ya no quiere: donarlos a las bibliotecas públicas. Aunque parece una opción fácil, las bibliotecas no pueden recoger todos los títulos que les ofrecen. Tienen que seguir un protocolo concreto que algunas usuarias consideran demasiado "largo y complicado". Es el caso de Neus Fernández, que es periodista y que acumula muchos libros. Cuenta que una vez intentó hacer una donación a Can Sales: "Primero me pidieron que hiciera una petición por escrito explicando que quería hacer una donación, para después enviarles una lista con las referencias (título, autor, editorial, fecha de publicación€) de todas las obras que quería donar. Solo se quedarían alguno que no tuvieran", explica, y considera que este trabajo se puede hacer si se trata de unos pocos libros, pero no de decenas.

Desde Can Sales señalan que siguen el protocolo marcado por la normativa de Palma. Según este reglamento, las obras que quieran donarse deben encontrarse en un buen estado de conservación. Si se trata de volúmenes de índole divulgativa o de humanidades, no pueden superar los cinco años de antigüedad; tres años en caso de ser libros científicos. Además, cada uno de los espacios valorará que sean obras susceptibles de formar parte de la colección local, sea cual sea su fecha de edición. Las bibliotecas no aceptarán documentos en mal estado de conservación (sucios, rotos...), con contenidos obsoletos, enciclopedias, libros de texto o escolares y títulos con contenidos demasiado especializados.

Eva Pascual, una de las bibliotecarias de Can Sales, manifiesta que en el espacio reciben muchas donaciones: "Cogemos títulos que no tenemos, siempre que estén en muy buen estado. O bien obras que ya tenemos, pero con una mejor edición. Las donaciones muy vastas son difíciles de gestionar, han llegado a ofrecernos doce cajas, y esto no lo podemos asumir"; algo a lo que también afecta la falta de personal, aunque este es un problema general. Sin embargo, apunta que muchas veces adoptan libros para poner en la mesa de intercambio que tienen en la entrada de la biblioteca: "Allí dejamos títulos que no podemos tener en nuestra colección, cualquier usuario se los puede llevar sin tener que dejar otro. Tenemos un depósito con más de 3.000 ejemplares que sacamos en Sant Jordi, durante la jornada solidaria que organizamos con la ONG Mallorca Sense Fam. Por cada kilo de comida que nos deje un ciudadano, se lleva un libro".

En la Biblioteca Claustre Sant Domingo de Inca han inaugurado recientemente el sistema de donaciones. El encargado del espacio, José Manuel Benito, explica que ya ha habido algunas, y lamenta que por los criterios del protocolo "no nos lo podemos quedar todo". En caso de aceptar la donación, especifica que "siempre informamos al donante del destino que tendrá la colección", puesto que las bibliotecas de la red de Mallorca, como en el caso de Inca, se comunican para saber qué libros están en proceso de donación y qué espacio podría estar interesado en ellas.

La filóloga Kika Carbonell ofreció una donación a la biblioteca municipal de Muro, pero solo aceptaron los libros de texto o de conocimiento específico: "No entendí cómo no recogieron, también, las novelas y los libros de poesía. Había desde títulos de Garcilaso a Rodoreda. Lamentas que te rechacen una donación porque es dinero invertido que podría aprovechar otra persona. Muchos libros acaban en los contenedores, y esto duele mucho", señala Carbonell, que asegura que llevó de vuelta a su casa las obras que la biblioteca no quiso.

Las colecciones especiales

Las donaciones en la biblioteca de la UIB, concretamente en el Fons Antic i Col·leccions Especials (ubicada en Son Lledó), funcionan de manera diferente. En este caso, lo que necesitan son fondos muy concretos, bien sea de algún personaje relevante o una colección de volúmenes concreta y especializada que pueda servir a los alumnos. Así lo explica el bibliotecario Miquel Pastor, que subraya que son "selectivos, porque no tenemos espacio para aceptar cualquier donación".

Este tipo de fondos suelen visitarse en las casas de los particulares interesados en hacer la donación. Se estudia la colección y se firma un convenio. Eso sí, si hay volúmenes repetidos, se descartan. Entre otras, el Fons Antic i Col·leccions Especials tiene las bibliotecas del poeta Miquel Gayà Sitjar (1917-1998) de Sant Joan o la del farmacéutico Josep Sureda Blanes (1890-1984) de Artà.

En calle y en los bares

Al margen de la institucionalidad, y antes de abandonar los libros en los contenedores, hay otras maneras de hacerlos revivir, de darles una segunda oportunidad. Se pueden dejar, por ejemplo, en bares o cafeterías. En Palma, un ejemplo es el Café a Tres Bandas, un lugar de conciertos, sesiones de micro abierto y ratos de lectura gracias a la biblioteca que tiene. Otro ejemplo es el bar Can Jaume de Pòrtol, donde una puede desayunar un llonguet leyendo el periódico o un libro. En el Mercat de Pere Garau hay una estantería en la que también se recogen donaciones, excepto enciclopedias y libros de texto o de conocimientos muy específicos. Lo mismo pasa en la pared de enfrente del Teatre Sans, en la calle Can Sanç de Palma, donde los ciudadanos han empezado a dejar y recoger libros. También existe la librería de segunda mano Re-read que, a parte de vender, también compra obras, pese a hacerlo por un precio muy bajo, también según su protocolo. Aunque un libro no tiene precio, y siempre cuesta más deshacerse de él que no adquirirlo.

La biblioteca inglesa de Joan Mascaró

La UIB había programado para esta próxima semana algunas actividades relacionadas con la figura de Joan Mascaró Fornés (Santa Margalita, 1897 - Cambridge, 1987) -traductor al inglés de los textos hindús y budistas más importantes, como el Bhagavad Gita y el Dhammapada- con la finalidad de dar a conocer el fondo que donó y que guardan en Col·leccions Especials. Hace unos quince años que la Universitat viajó a Cambridge para recoger la biblioteca inglesa del escritor y profesor. Concretamente, se había preparado una exposición sobre el vilero y la presentación del libro de Sebastià Alzamora Reis del món, en el que descubre a Mascaró al lector a través de la relación de amistad que mantuvo con otro personaje de Santa Margalida, Joan March, aunque la crisis del coronavirus ha obligado a la Universitat a suspender los actos.

Alzamora utilizó este fondo para documentarse durante la fase previa de la escritura de su novela.