La violinista norteamericana Hilary Hahn fue anoche la gran protagonista del concierto estelar del festival Formentor Sunset Classics, celebrado en el hotel Barceló Formentor. Con tres premios Grammy y 16 discos a sus espaldas, Hahn aseguró, antes de tocar acompañada de la Orquesta Filarmónica de la República Checa, dirigida por Jirí Belohláve, que sigue mirando cada partitura "como si fuera la primera vez" que la toca. La confesión la hizo tras ser preguntada por la interpretación de la Sinfonía número 5 de Mozart (conocida como Concierto Turco), una obra clásica que Hahn aprendió cuando tenía diez años y que ha tocado en repetidas ocasiones a lo largo de sus más de veinte años de carrera.

Acerca de esta obra del compositor austriaco, la intérprete de Baltimore aseveró que refleja "mucha crudeza", aun distanciándose del estilo "habitual" de Mozart, lo que supone "un viaje" por su variado espectro creativo.

Hahn cree que el programa de anoche, que combinaba a Mozart con la Suite Checa del compositor Antonin Dvorák, es el adecuado ya que la Orquesta de la República Checa, con "mucha energía y un sonido muy unificado", toca "como ninguna otra" la música del genio de Salzburgo, que vivió en Praga.

Cuando se le preguntan los motivos que la han llevado a situarse en lo más alto del panorama violinístico, se aferra a un compendio de conceptos como su estructura vital, la formación musical, la familia y, sobre todo, el apoyo recibido de los músicos coetáneos.

Hahn enfatizó la "importancia" de la inclusión de piezas contemporáneas en los programas actuales. "En ellas se expresa lo que la sociedad siente ahora, por lo que creo que es necesario apoyar a los clásicos del mañana".

Hahn, que cuenta con multitud de galardones, como tres premios Grammy o el título de Mejor Músico Clásico de América por Time Magazine, hizo también hincapié en el aprendizaje obtenido de sus profesores Klara Berkovich y Jascha Brodsky, en los comienzos de una carrera que inevitablemente lleva a mencionar la influencia recibida de la Escuela rusa y la Escuela franco-belga.

En otra línea y viajando al 5 de mayo de 1920, Bernard Shaw escribía al violinista Jascha Heifetz (uno de los intérpretes más notables del siglo XX) pidiéndole que errara en alguna nota para que éste pudiera ser considerado "ser humano". Con ese motivo, ayer se le preguntó a Hahn: "¿Considera que actualmente existe algún escritor capaz de redactar una carta similar?". Su respuesta: "Creo que hoy en día el papel del periodista está cambiando con internet y tal vez las grandes voces de los escritores se pierden en la red. Espero que vuelva a ocurrir algo igual".

Feliz en Mallorca

Hahn no evitó mostrar su ilusión por su cita mallorquina. "Creo que soy muy afortunada de estar aquí", añadió, antes de presentar la que iba a ser su única actuación de este año en España, en Mallorca, donde había estado de vacaciones, pero nunca había actuado. La violinista de Baltimore confesó que no suele dar muchos conciertos al aire libre y menos en verano, cuando aprovecha para descansar, pero aseguró que la actuación de anoche en un entorno natural "espectacular" sería "una experiencia absolutamente maravillosa para la audiencia".

Hahn suele venir entre dos y tres veces al año a España para ofrecer sus conciertos, y admite que le gusta el público español porque es pasional y "ama" la música, responde con emoción y "honestamente" a este arte.

Entre sus proyectos más cercanos está el estreno de tres partituras para solista que ha escrito para ella el compositor español Antón García Abril, cuyo trabajo califica de "maravilloso", lleno de "belleza y polifonía", lo que no es muy habitual en las piezas para violín. Por ello le animó a escribir seis partitas, como los grandes compositores de la historia, una hazaña que García Abril cumplió nombrándolas incluso con palabras que se inician con cada una de las letras del nombre de Hilary.

"Soy un compendio de lo que he aprendido, mi estilo soy yo", afirmó Hahn, que viaja por el mundo con el violín que tiene desde los 13 años, una copia de Il Cannone de Niccolò Paganini, creado en París en 1864 en el taller de Jean Baptiste, y con otro, un regalo con una historia personal detrás y con el que esperaba dejar huella en Mallorca.