Víctor Ullate volvió a enamorarse de El amor brujo de Manuel de Falla una tarde del año 2014. Fuego, cavernas para oscuros conjuros, agua, murciélagos, ángeles negros, fantasmas, flamenco, celos, pasión, elementos atávicos con los que conjugar una visión de la cultura hispánica. Por delante, varios meses para regodearse y releer estos símbolos en una versión de nuevo cuño. A estos ingredientes, se le sumaba el centenario del músico de Cádiz, celebrado en 2015, efeméride que obligaba a esforzarse en alumbrar una renovada criatura basada en la fábula musical inclasificable del genio andaluz. Y así fue cómo Ullate consiguió aunar el flamenco vanguardista y primigenio de El amor brujo con el dark ambient electrónico facturado en el siglo XXI.

La versión que el coreógrafo estrenó en el Teatro Real a finales de 2014 es la misma que subirá a las tablas del Auditòrium -y que cuenta con el apoyo de Air Europa- mañana a las 18 horas. Función única.

La primera cuestión que Ullate hubo de resolver en el laboratorio de creación fue la duración de su adaptación. La puesta en escena fallesca sólo duraba media hora mientras que el bailarín barajaba un espectáculo de hora y media. La solución pasó por ampliar la partitura. Así, se sumaron tres de las Canciones Populares Canciones Popularesdel compositor (Nana, Polo y Asturiana), los efectos musicales creados por Luis Delgado y los temas del grupo sueco de dark ambient In Slaughter Natives, composiciones con las que retrata la transformación de José en un ser oscuro. La densidad y profundidad sonora de los nórdicos le dio pie a Ullate para la recreación rompedora de los pasajes más fantasmagóricos y fantásticos del montaje, completados con potentes videoproyecciones. Una transgresión que sienta como un guante. Falla alienta la vanguardia escénica.

La base de este Amor brujo hay que buscarla en la revisión que el mismo coreógrafo estrenó en 1994 en la Maestranza de Sevilla. Para esta nueva versión, se estrenan escenografía (Paco Azorín) y vestuario (María Araujo), enfocados ambos en potenciar la luz, es decir, el fuego fatuo que atraviesa toda la trama.

Especial importancia ha tenido en la confección de la obra el director de escena Eduardo Lao, que fue primer bailarín de la compañía de Ullate. Para éste, el espectáculo del domingo "no es un ballet al uso, sino que mantiene la concepción que Falla tuvo para la primera versión de 1915. Resumiendo: es un ballet-musical en el que se escuchan textos recitados", comenta. Si bien Falla enfatizó más la parte textual, "estoy seguro de que Imperio Argentina también lo bailó mucho", apunta Lao, quien subraya que la actual revisión bebe tanto de la versión de 1915 como de la de 1925. "La parte más creativa y nuestra, en la que se rastrea una personalidad más marcada, es en la del tránsito de la vida a la muerte", indica.

En cuanto al elenco, está formado por los bailarines principales de la compañía, "una joya de agrupación, somos la admiración actual en el mundo de la danza", opina Ullate. "Si estuviéramos en otro país, se nos trataría de otra manera", añade. "Aunque debo decir que Cristina Cifuentes apoya mucho a la compañía y que ésta se mantiene gracias a la Comunidad de Madrid. Ahora mismo el país está en una situación inestable y está todo en el aire", continúa el bailarín.

Convienen Ullate y Lao en destacar la figura de la bailarina Marlen Fuerte en el papel de Candela. "Es versátil, increíble", conceden. Ambos piensan que no es fácil impregnar a los bailarines que provienen del ámbito internacional del carácter español, muy presente en El amor brujo. "Y es esencial conseguirlo, porque una de las intenciones de Falla era transmitir esas emociones propiamente hispánicas", indica Lao. El resto del elenco lo conforman Josué Ullate (Carmelo), Cristian Oliveri (José espectro) o Leyre Castresana (la pitonisa). Los textos los recita Esperanza Fernández y la voz en las canciones es de la gran Carmen Linares. Subraya Ullate que en el elenco del montaje hay bailarines que han entrado a través de la Fundación, "gente con bajo poder adquisitivo y con mucho talento a la que hemos becado". "En nuestra compañía buscamos no sólo técnica, sino gente viva, con personalidad y arte. Yo siempre les digo a los alumnos: ´Tenéis que bailar como respiráis´. Se baila con la cabeza, no con los pies, porque siempre hay que dar intención a un movimiento", reflexiona.

El amor brujo narra la historia de Candela, una muchacha gitana cuyo amor por Carmelo se ve atormentado por el espectro de su antiguo amante. Una historia de amor y pasión, de lágrimas y desconsuelo, de brujería y seducción, de muerte y de danza.

El espectador debe dejarse pellizcar por la belleza de la Canción del amor dolido, el Romance del pescador o la Canción del fuego fatuo.