Literatura, física, química, inglés y matemáticas. Esas son según todos los sociólogos las asignaturas más odiadas por los estudiantes.

Curiosamente, dos de las cinco, las que ocupan el primer y el segundo lugar son probablemente las que más insisten los educadores en la importancia de dominarlas a la perfección.

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Todo gira, desde hace un tiempo, o casi todo, en torno a las matemáticas; y todo se habla desde hace años, o casi todo, en el idioma de Shakespeare.

Existe la ansiedad matemática, eso es un hecho, que se refiere a ese “sentimiento de tensión y ansiedad que interfiere con la manipulación de los números y la resolución de problemas matemáticos en una amplia variedad de situaciones académicas y en la vida ordinaria”.

Un reflejo de esa ansiedad y de esa falta de entendimiento es el desprecio al que los alumnos someten a la ciencia de Pitágoras.

El problema es que nuestro cerebro sí ama las matemáticas. Y las necesita, además, para su correcto desarrollo. Concretamente a partir de los 16 años de edad.

Así lo demuestra el último estudio realizado por investigadores del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford y publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

El equipo se encargó de analizar si la falta de matemáticas en diversos grupos de estudiantes de entornos similares afectaría o no al desarrollo cognitivo del cerebro.

Este supuesto quedó confirmado. Los estudiantes que no cursaron matemáticas tenían una menor cantidad de ácido gamma-amnobutírico, un químico crucial para fomentar la plasticidad del cerebro en una región clave para el desarrollo de un buen puñado de funciones cognitivas.

Un químico que estaba presente del mismo modo en esos mismos estudiantes antes de que dejaran de cursar la asignatura de matemáticas.

El estudio británico proporciona un nuevo nivel de comprensión biológica del impacto de la educación en el cerebro en desarrollo.

Se obtiene una prueba más del efecto entre biología y educación.

Habría que preguntarse también la relación que existe, a la luz de este estudio, entre desarrollo cognitivo y falta total de formación. O cómo ha podido afectar, y afectará en resultados futuros, esos déficits formativos obligados por los confinamientos provocados durante la pandemia de COVID-19.

¿Deberían entonces ser obligatorias las matemáticas?

En el sistema educativo británico, del mismo modo que sucede en otros muchos como el que rige actualmente los programas educativos en España, existe la opción de, a partir de los 16 años, escoger entre un futuro de ciencias o un futuro de letras.

Esa elección, como señalan en Oxford, acaba provocando una brecha entre quienes siguen un camino con números y quienes escogen un camino más literario.

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Hace falta reforzar, según los expertos, esa área que permita un correcto desarrollo cognitivo.

Eso, aunque no seduzcan, en absoluto, las matemáticas a los adolescentes.

Los autores del estudio de la Universidad de Oxford, George Zacharopolous, Roi Cohen Kadosh y Francesco Sella, insisten en la importancia y la necesidad de encontrar, dado el “odio” que sienten los adolescentes por las matemáticas, alternativas formativas que completen ese déficit matemático.

Hacen falta alternativas capaces de suplir la falta de formación matemática para el correcto desarrollo cognitivo de nuestros adolescentes.

¿Cuáles? Eso ya es cosa de los educadores.