Campanas tubulares

El disco original de Oldfield se publicó en Virgin y se grabó cerca de Londres en The Manor hace ahora cincuenta años

Mike Oldfield.

Mike Oldfield.

Jordi Vidal Reynés

Jordi Vidal Reynés

No cabe duda que la publicación, en 1973, de la obra maestra de Mike Oldfield titulada Tubular Bells sorprendió a todo el mundo. Un joven músico era capaz de grabar un disco en el que tocaba todos los instrumentos, o casi todos. Nos descubrió la grabación por pistas, es decir, sobre una base de piano iba añadiendo bajo, teclados y diferentes guitarras. Se hizo de manera artesanal. Era la magia de los estudios de grabación de entonces.

Siguiendo los métodos de Sierra y Fabra en sus Disrockgrafias, intentaremos analizar la publicación de este disco, que se consagró gracias a un fragmento que se oyó en la película El exorcista, y en menor medida porque era la música de Torneo, un concurso televisivo de nuestra infancia. Quiero decir con ello, que nos basaremos, sobre todo, en la información que brinda la cubierta del disco, aparte de alguna que otra consulta bibliográfica, como es el caso de El mundo sonoro del siglo XX, de Manuel García Gargallo (Documenta Balear), y el primer tomo del Atlas de Música de Alianza Editorial.

Para empezar, digamos que el disco original lo publicó, tras muchas dificultades, la Virgin Records de Richard Branson y que fue grabado en el estudio The Manor (a las afueras de Londres) entre otoño de 1972 y la primavera de 1973. El sonido corrió a cargo de Tom Newman y Simon Heyworth. La portada del elepé mostraba una foto de Trevor Key, que ya se ha convertido en un icono del rock progresivo: parece un nudo, pero es una retorcida campana tubular que flota sobre una playa. Las campanas tubulares forman parte de la familia de los idiófonos. Se trata de tubos afinados y suspendidos hechos de bronce o latón que se percuten en el borde superior.

El disco consta de un solo tema, de casi una hora de duración, repartido entre las dos caras del vinilo, y se suceden los instrumentos interpretados por Mike Oldfield, cuya lista puede ser consultada en la contraportada del álbum: piano de cola, xilofón, órganos Farfisa y Lowrey, bajo, guitarra eléctrica y acústica, mandolina, flageolet, percusión y campanas tubulares en la primera cara, además de las flautas de Jon Field, el contrabajo de Lindsay Cooper, un coro nasal y las voces de Mundy Ellis y de su hermana Sally Oldfield. Como maestro de ceremonias figuraba Vivian Stanshall, que se encargó de dar paso a los instrumentos en la conocida coda de la primera parte. Respecto a la segunda cara, Mike Oldfield toca esta vez guitarra eléctrica, española y acústica, órganos Lowrey y Hammond, bajo, piano y timbales. También suenan los sorprendentes aullidos de un cavernícola, varios coros y la batería de Steve Broughton. Finaliza esta suite con un tema tradicional titulado The Sailor’s Hornpipe.

En 1975 apareció una versión, a modo de poema sinfónico, de Tubular Bells bajo la batuta y el arreglo de David Bedford, que dirigió a la Royal Philharmonic Orchestra, con el propio Mike Oldfield a la guitarra.

Xisco Regué, de ABABS, me ha facilitado información sobre la música de El exorcista. En un principio tenía que ser Bernard Herrmann el encargado, pero a Friedkin, realizador de este impactante trabajo, no le convenció su idea de suprimir las escenas iniciales (en el desierto) y mucho menos el sonido de un órgano de iglesia omnipresente; luego el director rechazó la partitura que compuso Lalo Schifrin y prefirió la música de Penderecki, Webern, Henze, y por supuesto, la de Mike Oldfield, cosa que se tradujo en beneficios económicos y empresariales tanto para Branson, propietario de la discográfica, como para el propio guitarrista británico, sorprendido al fin y al cabo por el éxito que alcanzó con su primer trabajo.

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