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NARRATIVA

El Sur de Mallorca

Una inexistente Cala Escorpí es donde se sitúa el narrador a fin de entrelazar los tres temas que le interesan

El Sur de Mallorca

En la cubierta, que no en la portada, tras el título se anuncia: Novela. Buen aviso; quizás con esa indicación sea más fácil hincarle el diente a un libro que discurre entre las descripciones de viajes y el dietario. A continuación, hallamos un Prefacio del editor. Pura metaliteratura. Tenemos ya al protagonista. Aunque Juan Dahlmann transitó por el relato El Sur que Jorge Luis Borges incluyó en Artificios, la segunda parte de Ficciones, entre una septicemia que casi le mata y la muerte real tras una pelea, quizá tuvo tiempo de pasearse por Mallorca para podernos narrar sus encantos en este otro texto; es el recurso literario del manuscrito encontrado.

Una inexistente Cala Escorpí, eso sí, emplazada en el Sur, siempre en el Sur, es donde se sitúa el narrador a fin de entrelazar los tres temas que le interesan: la idiosincrasia de Mallorca, las reflexiones sobre literatura a partir de su supuesta dedicación a la escritura de un libro sobre Lawrence Durrell, y la búsqueda de la trascendencia o la muerte; que será la muerte. Todo en diálogo con una amante −trasunto de la petrarquiana Laura aunque insulsa− que le acompaña en este recorrido.

Lo mejor, la lectura de los elementos −especialmente paisajísticos− que dan carácter a la isla; lo peor, la acritud con que censura la transformación monetaria de la isla: ahí surge no solo su inquina, entrelazada también con la que siente hacia el mundo de las letras −«No he logrado convencer a nadie, no he conseguido perdurar. Nadie lo ha hecho»−, sino sus vilipendios misóginos y desproporcionados. Fango deleznable.

Claro, el libro puede quedarse sólo en la gracia risueña de la idiosincrasia mallorquina y algunas historietas, que es lo que se dejó entrever en la presentación y potencia en su epílogo Sabina Pons, a lo que se añade esa reflexión metaliteraria a partir de los conocimientos también bíblicos del autor, o puede trascender hacia la muerte como fin de ese espejismo que ha querido mostrar, con bastante acritud en algunos momentos. Quiere ser una visión personal de Mallorca, ese Mar de los Dioses que se encamina a su total extinción, según su certeza, porque «Mallorca no tolera la revelación de sus secretos −ni siquiera en forma de moralina−», concluirá el autor, ese Juan Dahlmann trasunto de Octavio Cortés.

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