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Música

Y que cumplas muchos más

Esos músicos trabajan duro para proporcionarnos, concierto tras concierto, un placer inmenso, y llevan así treinta años

Y que cumplas muchos más

Creo que fue Damian Marley, uno de los hijos de aquel jamaicano ilustre, quien dijo que damos por descontado algunas cosas que tenemos como electricidad, agua y aún conciertos, para luego añadir, contad vuestras bendiciones. Y ciertamente esa así, damos por hecho un montón de cosas que están ya ahí sin darles la menor importancia, ni merito, y me quedo con la última de esas cosas que Marley Junior daba por garantizadas en nuestras existencias, los conciertos; aquí entra algo a lo que todos los amantes de la música, quizá ampulosamente, llamada clásica, y que se olvida con exasperante rapidez que en su día también fue música popular y hasta folk; esos "musiqueros", si se me permite el palabro, casi consideramos un fenómeno natural como la lluvia o el sol, a ese grupo de músicos, de maestros que interpretan pieza tras pieza y que nos proporcionan veladas de encanto. Me refiero, como bien habrán comprendido a la Sinfónica, a nuestra Sinfónica.

No me atrevo a expresar en toda su intensidad la admiración que siento por todos sus integrantes, los actuales y los que ya no están, como el Maestro Luis Remartinez y otros que han pasado recientemente a la mejor vida del jubilado, como el violinista Agustín Aguiló, soy demasiado subjetivo para ello, pero si puedo asegurar que tenemos uno de los mejores conjuntos sinfónicos de Europa, como muy bien han apreciado los espectadores de ciudades europeas con una colosal cultura musical como Berlín o Viena y que poco o nada tiene que envidiar a las restantes escuadras de esa Champions League de las grandes orquestas europeas.

Esos músicos trabajan duro para proporcionarnos, concierto tras concierto, un placer inmenso, y llevan así treinta años, como treinta soles, sin abandonarnos; así que creo que sería conveniente que preciáramos algo más la labor de esas gentes que cuando se apagan las luces del auditórium o del teatro, o se hace el silencio en escenarios como el Castillo de Bellver o nuestro mismo Borne con ese concierto anual que se ha convertido en nuestro Waldbühne palmesano, nos hacen olvidar las penurias y tribulaciones de nuestro día a día; una entrada para la Sinfónica es siempre más barata que una hora de consulta con el psicoanalista. Decía Nietzche que sin música la vida sería un error; felicitemos pues a nuestra sinfónica en su onomástica y felicitémonos a nosotros por haber sido salvados por ella de una vida errónea.

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