Miguel Montes se ve víctima del sistema judicial. Lleva 35 años en prisión, y aún le quedan diez más, por delitos sin sangre y que, además, asegura que no cometió. Su abogado, Félix Ángel Martín García, cree que hay una mano negra detrás de él y de su mala suerte.

Su hermana Encarnación cuenta que fue desafortunado desde niño, que siempre estuvo marcado. "Cuando mi hermano tenía 12 años estaba jugando con unos amigos a ver quién tiraba la flecha más alto. Una de ellas cayó sobre el ojo de un vecino, y culparon a Miguel cuando podía ser la flecha de cualquier otro. Le mandaron cuatro meses a un correccional y, desde ahí hasta hoy". La familia Montes no va a cesar en su interés porque quede libre. Han vendido casas, han viajado a la Haya, han hecho lo imposible para que pueda disfrutar de una vida que no ha vivido. Antes de que el abogado Emilio Rodríguez Menéndez se hiciese famoso, contactaron con él para que llevara el caso. "Nos pidió dos millones de pesetas por adelantado y nos prometió que, en un mes, Miguel estaría fuera. Desapareció", cuenta.

Su periplo por las cárceles españolas –ha pasado por casi todas– comenzó en 1976 cuando, haciendo el servicio militar en Ceuta, perdió su fusil. "Lo condenaron por deserción", cuenta. "A partir de ahí le han ido condenando por delitos que no ha cometido, como robo con violencia en Granada, y eso que el día del atraco él estaba preso en Málaga", asegura Encarnación. "Es increíble que no hayan comparado datos, argumentos, declaraciones, alguien lo quiere muy mal", apunta indignada.

Ha estado muchos años en preventiva que no le han restado después de sus condenas. "Yo no me explico cómo los asesinos de Marta del Castillo pueden estar libres o dándoles opciones, y mi hermano lleve más de 30 años encarcelado", apunta desconsolada.

El principal problema de Miguel ha sido que cada vez que ha podido, se ha fugado. Pero es difícil entender una vida privada de libertad, y lo peor de ello, no encontrar explicación a llevar más años en la cárcel que numerosos asesinos, violadores o pedófilos. "Una vez hablé con un fiscal y tras hacer cuentas, dedujimos que si Miguel hubiese matado a dos personas, una primero y, al salir de la cárcel, a otra, llevaría en libertad desde el año pasado". "Su situación es muy peculiar, arrastra condenas que se van acumulando, por eso no sale. Y como cada vez que ha salido con permisos no ha vuelto... pues otra vez se empieza", explica Félix Ángel Martín García.

En la prisión, con sus más de 60 años a cuestas, más de la mitad de ellos en la cárcel, hace esculturas con barro que le alejan de su particular calvario. Además, Miguel ha estado en huelga de hambre varias ocasiones para pedir asistencia médica, ya que, según cuenta su hermana, le salieron varios tumores además de tener hepatitis. Después de 80 días sin comer, logró ser intervenido en Jaén.

Pero no ha sido la única vez que ha estado en un hospital en sus 35 años como preso. Desesperado por una nueva condena, decidió quitarse la vida y se ahorcó. Los funcionarios de la prisión de Alhaurín de la Torre lo llevaron al hospital, donde certificaron su muerte. Pero Miguel no había fallecido, y, cuando se despertó, no había nadie con él. "Cogió un taxi y se vino a mi casa de Torremolinos", cuenta su hermana Encarnación. "A los dos meses lo pillaron".

Su última condena se dio a conocer la pasada semana. Esta vez ha sido condenado a seis meses de cárcel por fugarse al aprovechar un permiso que se le otorgó para asistir al velatorio de su madre. La sentencia será recurrida por su abogado ante la Audiencia Provincial de Granada, pues dice que el juicio fue "dantesco, de vergüenza".

Esta es la historia de Miguel Montes. Ha sido condenado en once ocasiones, la más grave por un delito contra la salud pública, y entre 1978 y 2011 ha permanecido casi 1.400 días evadido de la justicia. Según los cálculos de su abogado, se le deberían contabilizar cerca de 17.000 días en prisión provisional, es decir más de 46 años. Miguel cree que ha cumplido de sobra. "Es mi vida la que se agota", recuerda en una carta en la que pide vivir libre el tiempo que le queda.